COMUNICACIÓN Y CONTENIDO
La sola aparición de la denominación de periodismo basura debería poner en guardia a la sociedad sobre si el mismo es una consecuencia de que la sociedad se desliza hacia un comportamiento frívolo o, por el contrario, es sólo el ámbito de la información el que ha degenerado distanciándose del sentido común de la mayoría de los ciudadanos.
Es un hecho que la comunicación ha alcanzado un grado de desarrollo impensable hace sólo medio siglo, y ha servido como ningún otro vehículo a la extensión de la cultura. La capacidad comunicativa de la televisión y de internet han penetrado en todos los lugares del mundo, no sólo como instrumentos de ocio o entretenimiento, sino también -ello debería ser lo más relevante- como medios de difusión del conocimiento de la historia, la geografía, la música, la lengua, la política, etc.
La realidad del crecimiento de la comunicación es un hecho cuantificable, pero la crítica de la calidad y pertinencia del contenido es un hecho mucho más difícil de objetivar, porque en mucho sigue a las formas cambiantes de los ideales de vida, que al mismo tiempo que se imponen en la sociedad presentan mucha contestación por los mismos ciudadanos que detestan parte de los hábitos de vida que practican. Así, cabría la duda de si la falta de contenido que se denuncia para los medios de comunicación no corresponde realmente a una deficiencia de los intereses que dirigen la vida del mundo contemporáneo.
Aceptando la tesis de un apreciable deterioro de los contenidos en la comunicación, podrían considerarse varias razones que lo potencien en función de los influjos que motivan cada una de ellas. Entre esas razones se pueden citar:Pensar que a más cantidad de información se ha de seguir una disminución de la calidad no es un planteamiento desacertado, pues en general la crítica al consumismo refleja una relajación de la calidad de cualquier producto cuando se elabora de forma masiva. Esto que parece cierto para algunas materias, no debería aplicarse sin más a la calidad de la comunicación, porque la intensificación de la oferta debería hacer que la competencia mejorara permanentemente los contenidos, en cuanto que lo más común de la comunicación es que es el receptor quien selecciona el mensaje que es de su interés. Otro enfoque podría estar en que el incremento de la cantidad en las comunicaciones está ligado no tanto a la profusión de los medios sino al incremento de la población con posibilidades de acceso, lo que hace que lo que haya podido determinar la merma de calidad de los contenidos esté en función de la capacidad intelectual y cultural de los receptores, siendo así que la masificación de los contenidos provenga de adecuar los medios al nuevo rango de destinatarios.
- Más cantidad, menos calidad.
- Reflejo de una sociedad insustancial.
- Carencia de profesionales e ideas.
- Rentabilidad económica de los medios.
Si se considera que la comunicación es una expresión del real sentir de la sociedad, la insustancialidad de ésta necesariamente se habría de reflejar en lo que se comunica ella misma, que muchas veces sorprende a la misma sociedad cuando se descubre cómo realmente es. Siempre cabe el debate de, teniendo en cuenta la preponderancia de la comunicación en la educación, si esta falta de contenido de la comunicación es porque la sociedad es así o si los valores de la sociedad se vuelven insustanciales porque los contenidos de lo medios de comunicación favorecen a ello. Se podría pensar que hay contenidos en los medios para cada demanda intelectual, pero lo que adolece es que cada vez se hace más difícil encontrar aquellos que realmente satisfacen y no sólo se soportan o entretienen sin comunicar nada que añada algo al conocimiento. Conforme más espacio ocupan en la comunicaicón los contenidos de ocio, y cuanto más prosaicos estos son, se incrementa la percepción de la irrelevancia intelectual de la comunicación.
La personalidad de los profesionales de la comunicación se refleja en la calidad de la misma, pues son quienes diseñan y elaboran el producto que llega al consumidor. Cuanto mejor sea la cualificación profesional y el interés intelectual de los profesionales se puede esperar un contenido que no sólo atraiga, sino que culturalmente sirva para divulgar conocimientos de modo adecuado al segmento de población a quien se dirige la comunicación. Muy posiblemente un empobrecimiento de los contenidos sea reflejo de una masificación en el sistema de formación de los profesionales, cuyas perspectivas deberían elevarse en ese proceso, pues en caso contrario, si falta una motivación que trascienda el conformismo con que se accede a los estudios, la misma decadencia de los contenidos generará profesionales cada vez menos originales y comprometidos con la revalorización de la profesión y su función en la sociedad.
Muy posiblemente la causa principal de la relajación de los contenidos se deba a que la comunicación se haya percibido como un gran negocio destinado a satisfacer el ocio y no como una actividad al servicio del desarrollo cultural de los pueblos, por lo que desde aquel objetivo el mejor contenido será el que con menos inversión atraiga a más ciudadanos y los retenga por más tiempo, independientemente de todo valor social o cultural. Esa competencia de la relevancia de los contenidos se decantará hacia una mayor masificación mientras el medio que lo produce sólo contabilice el beneficio económico que le reporta. Esto es tanto así, que la misma información vertida desde los medios se supedita al interés del dueño, sin percibir que la falta de rigor atenta permanentemente a la credibilidad global de la comunicación, cuya confianza, una vez devaluada, puede tardar años y años en recuperarse.