PREDICAR CON VERDAD
Uno de los mayores enemigos de la fe radica en el desengaño en que se puede caer cuando la inteligencia advierte que algunos contenidos que se creían ciertos son falsos. Porque, aunque ante la fe quepa la duda, ambas situaciones se asumen compatibles, al ser la fe una experiencia interior que no se justifica con la simple comprensión de las ideas generadas por la experiencia sensible.
Con ser la fe una experiencia interior, se sustenta en la actividad mental que sigue tanto a la intuición espiritual como a la asunción de contenidos mentales adquiridos por la comunicación social. Lo que se aprende de la religión constituye un fundamento esencial para que en la mente puedan tener cabida otras experiencias internas. Si esa estructura mental religiosa adquirida contiene errores sustanciales, lo que va a generar es una base inconsistente para sostener el entramado espiritual de la fe. Por esta razón, muchas veces se ha advertido cómo quien se acerca a la religión en la madurez, sin prejuicios previos, tiene mucha más facilidad para interiorizar mentalmente la realidad espiritual.
El afán de construir una fe fácil ha conducido a muchos predicadores en la historia a desarrollar artificiosas fábulas, por las que el hombre sencillo, y muy especialmente los niños, asumieran una determinada comprensión de la religión que predispusiera sus mentes a aceptar más fácilmente los contenidos de fe. Otros han idealizado los contenidos de la religión a formas tan excelsas que inconscientemente se han ido separando de la realidad, muy especialmente cuando se ha recurrido al vehículo del arte para presentar imágenes de contenidos cuya lectura se distancia históricamente de la realidad que pretenden exponer.
En la predicación del cristianismo se encuentra muchas de estas desvirtuaciones de la predicación, pues se confunde con mucha frecuencia la exposición histórica de Jesús, y su entorno, con unas formas piadosas que sacan la realidad de su contexto, de tal modo que cuando el alma penetra en la contemplación de Dios advierte esa divergencia entre lo que las ideas que la percepción mental le había mostrado y lo que la intuición espiritual le enseña.
Se pueden citar algunos ejemplos habituales de este error, que convendría reconducir hacia una enseñanza en que desde sus primeros contenidos mantuvieran el rigor de la verdad.Predicar siempre la verdad, aunque algunos contenidos se hagan arduos de comprender, es la manera de no poner en riesgo la coherencia mental de la fe, que toda persona se plantea de continuo a lo largo de su vida. Del mismo modo que Jesucristo predicaba que la verdad hace libre, quien como su discípulo continua la misión de predicar debe amar siempre esa verdad, procurando exponerla incluso con ejemplos y parábolas -como el mismo Jesús- pero nunca distorsionando la realidad idealizando una más fácil comprensión, pues sólo arraigarán los contenidos de una fe que no se traicionen a sí mismos.
- Una enseñanza que introduce mucha confusión es la de pretender representar la forma de Dios. Esas imágenes que tradicionalmente simbolizan mediante analogías una imagen de Dios, mediante un triángulo, un ojo, el rostro de un anciano veenrable, etc. hacen concebir mentalmente una forma material de Dios que se opone a la realidad de su única esencia espiritual. La imagen más próxima a Dios quizá se puede encontrar en la inmaterialidad del alma humana. Cuando se personifica una representación, siempre se sembrará la confusión de la creencia de una forma sensible para Dios, lo que contribuye a que la mente no asuma desde su fundamento las formas espirituales, sobre las que en un futuro ha de asentarse las creencias religiosas.
- Otra desviación puede advertirse en representaciones piadosas de María, la madre de Jesús, con rango de gran señora, cuando no de reina. Esas figuras que la representan totalmente alejada de su realidad histórica parece que siembran la imagen de un mito, que identifica otro ser muy distinto de la persona humilde y sencilla que dio a luz en la pobreza y trabajó con sus manos, como las demás mujeres del entorno rural de su tiempo. Por más que esa piedad pretenda representar sus virtudes y no la persona, constituyen de hecho una controversia mental para quien adoctrinado por esas imágenes ha de concondarlas con las que le proporciona la meditación del Evangelio.
- Otro ejemplo muy próximo a muchas familias está en la reciente costumbre de decir a los niños que los regalos de la Pascua de Navidad se los trae Jesusito. Pretender realizar una confrontación social entre Jesusito, Papá Noel y Santa Claus, no deja de ser una frivolidad, que lo que logra es deformar los cimientos de la conciencia de los niños, pues cuando advierten que los regalos se los hacen sus padres, la lógica del pensamiento infantil se predispone a concluir: Jesusito no existe en realidad, es un engaño de papá y mamá.