LA CONCIENCIA
Para quien se adentra en la inmensidad de la interiorización mental, uno de los escollos con que se encuentra es llegar a definir lo que es la propia conciencia, que se entiende como un proceso sicológico por el que se juzga sobre la adecuación del conocimiento y los actos a la realidad que se percibe e intuye, pero sin que su entidad y naturaleza sean fácilmente definibles.
Es muy probable que cuando se habla de la conciencia se confundan dos acepciones del mismo término, próximas pero distintas. Una ocuparía el campo semántico del concepto latino conscientia, formado desde cum scientia, con significación de la propiedad sicológica de reconocerse como sujeto de sí mismo. La segunda acepción ocuparía el campo semántico de la ética o moralidad de los propios actos. Una y otra hacen referencia al conocimiento de sí, y según se aplique en función del proceso del propio conocimiento se estaría más próximo de la acepción de consciencia (ser consciente, tener consciencia de...), y si se aplica al fin del procedimiento cognitivo se puede aceptar con más rigor el uso del término conciencia (estado de conciencia cierta, actuar con conciencia ética...).
En el proceso por el que el ser humano llega a tener conocimiento de sí existen partes muy estudiadas y definidas y otras en las cuales la especulación sigue investigando para definir los contenidos de verdad que pueden predicarse sobre el acto último que implica la conciencia del conocimiento pleno de la propia realidad. Procedimientos científicos han definido los sistemas sensoriales de la percepción de las formas materiales, la abstracción de los conceptos en función de la clasificación de los rasgos distintivos en la memoria, la formulación de las ideas a partir del juicio cognitivo sobre las relaciones ejemplares existentes entre conceptos, la deliberación de los actos propios como proceso mental que relaciona el conocimiento interno con la realidad exterior. Todo ese proceso necesario para la existencia lo realizan con mayor o menor extensión todos los seres vivos dotados de órganos de memoria en su constitución cerebral. Por ello, se podría afirmar que la realidad mental la comparte el ser humano, al menos potencialmente, con las demás especies animadas.
Alcanzar mediante el juicio mental, a partir de las abstracciones, una idea del conocimiento de ser podría considerarse como el estado de conciencia si no fuera porque la identidad que el ser humano tiene de sí no se limita a que es, que existe, como cualquier otro objeto que conoce, sino que es sujeto de su realidad existencial, por la que conociéndose cómo es puede reconfigurarla para alcanzar objetivos no determinados directamente o indirectamente desde la percepción.
La conciencia correspondería a ese conocimiento que el ser humano tiene de sí, que no sólo abarca conocerse que es, sino saberse cómo se es; lo que desde la antigüedad se ha concebido como una facultad inmaterial propia del ser humano capaz de intuir la radicalidad de su naturaleza más allá del conocimiento posible a la realidad mental.
Considerar la introspección mental como un método de análisis de los conocimientos mentales, o sea, de desarrollar lo que se conoce desde la percepción a la abstracción, supone de hecho reducirla a una actividad algorítmica que pretende descubrir cuáles vínculos no han sido suficientemente apreciados de los necesarios procesos computacionales que comprenden la percepción y la abstracción. Solamente si se implican intuiciones espirituales como formas mediante las cuales el ser humano pueda reconocerse como el sujeto que domina su existencia cabría asignar a la introspección un objetivo no subordinado a la mecánica derivada de la percepción, sino al conocimiento de la propia conciencia por la que la persona, desde el análisis intuitivo de cómo es su ser, gobierna y juzga la adecuación de sus actos no según la respuesta computacional lógica, sino según aquella por la que se siente más realizada, lo que explica que exista una materia propia para la introspección que serían las relaciones o intuiciones entre el espíritu y la mente, las que hacen a cada ser humano un ser propio e impredecible salvo por la aproximación a la realidad de la conciencia individual.