UN ENEMIGO COMÚN: LAS MAFIAS
Es algo frecuente que se identifique poder y política, de modo que se piense que quien gobierna es quien goza de más poder, pero eso no corresponde a una regla objetiva, pues existen poderes reales en la sociedad que superan al depositado por los ciudadanos en sus mandatarios.
En la sociedad actual, entre los muchos grupos que ejercen poder real sobre la ciudadanía destacan las llamadas mafias, formadas por redes sociales jerarquizadas que actúan más o menos clandestinamente en paralelo a los legítimos poderes públicos. Estas organizaciones basan su poder en la sumisión a la violencia con que imponen una propia ley que les remunera con infinitos beneficios.
Culturalmente, en determinados lugares, la implantación del poder de una mafia puede encontrarse muy arraigada, porque herede estructuras arcaicas de dominio, o porque la debilidad mental de la población admita la sumisión. En cualquier caso, con muchos o pocos años de historia, el efecto de las mafias sobre la población es el mismo: La restricción de la libertad. Para que un poder se considere no limitativo de la libertad tienen que reunir la condición esencial de ser un poder delegado por los ciudadanos, quienes han de mantener la capacidad de revocar a esas personas de su lugar o confirmarlas mediante elecciones libres, según lo establecido en sus constituciones estatales. Las mafias y las organizaciones afines se caracterizan porque limitan libertades a los ciudadanos -no sólo a miembros de las respectivas organizaciones- por lo que se constituyen enemigos públicos de la sociedad.
La permisividad que transige con cualquiera de las posibles maneras de ejercer un poder paralelo sobre los ciudadanos, más si adquiere formas coercitivas que limitan su libertad, trunca de modo radical el derecho común, ya que, aunque su acción coercitiva no les afectara directamente, por lo que supone de debilitamiento del poder legítimo se constituye como un enemigo para toda sociedad. Cualquier estado que tolera la acción de grupos mafiosos está permitiendo germinar organizaciones cuyo poder negativo se extiende globalmente a toda la sociedad, pues, además de la extorsión directa de derechos individuales, la mera existencia de esas organizaciones de poder constituyen un "ideario delictivo social" exportable a tantos nuevos lugares como la debilidad de la ley los admita.
Conforme las relaciones internacionales adquieren formas globales más comunes, la sociedad mundial puede sentirse amenazada por cada una de esas organizaciones, pues los límites de su opaco poder nunca serán bien conocidos. Es deber de todos los gobiernos denunciar esas prácticas ilegítimas contra la ley, y recabar apoyo común para ahogar su subsistencia mediante el ejercicio concertado del control legal, fiscal, judicial, policial, etc.