PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 44                                                                                            MAYO  - JUNIO  2009
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MIRAR ADELANTE, MIRAR ATRÁS

 
Parece que en algunas sociedades se enfrentan sensibilidades educativas diferenciadas en razón de primar la particularidad de la enseñanza según los ideales privados de cada familia, o siguiendo patronos globales de la sociedad. Los primeros argumentan la legitimidad de la libertad individual para acometer esa tarea; los segundos, la libertad social para que la educación no sea una proyección de la distinción moral de los padres en los hijos. Las posiciones más conservadoras parecen añorar la persistencia de los modelos en los cuales los padres se educaron, por considerarlos válidos y experimentados, frente a los cambios que los más audaces exigen como reflejo de una sociedad que evoluciona a ritmo impetuoso. Realmente, en todos, los objetivos son parecidos: preparar a los hijos adecuadamente para protagonizar el futuro, sin embargo en cómo conseguirlo, que constituye la esencia del sistema educativo, las diferencias se engrandecen ya que para muchas mentalidades cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Sobre las marcas de identidad de conservadores y progresistas, que son las que parece que rigen las diversas concepciones de los sistemas educativos, existe un definitorio de los conceptos educacionales y es el que afecta al derecho a la libertad en la educación. Radicalmente es aquí, en su estructura profunda, donde divergen los modelos educativos. Para muchos la discusión se plantea en el reconocimiento social del derecho de los padres a elegir la educación de los hijos, frente a las tendencias, que en aras a una igualdad de oportunidades, defienden como ejercicio de la libertad la tutela pública de la política educativa de la comunidad. El juego de la interpretación del ámbito de la libertad se inclina en unos casos por el individualismo, al modo de como lo proclama el liberalismo, y en otros casos hacia la acción común, próxima a una ideología socializadora. En la medida que se conciertan esas posiciones diferenciadas de la libertad, pues ambas proclaman valores asumibles por la totalidad de la sociedad, la educación en la sociedad será más coherente, porque no hay que olvidar que, si educar es formar a las nuevas generaciones para vivir en sociedad, lo mejor es no perpetuar una sociedad diferenciada, sino lo más homogénea posible.
Lo más relevante es que el enfoque que se da en la sociedad al derecho a la libertad en la educación no es muy acertado cuando se proclama el derecho a la libertad de los padres para decidir el modo de educar a los hijos, porque en los padres no radica un derecho sino un deber. El derecho a la educación corresponde a los hijos, quienes tienen derecho a ser educados adecuadamente. Ese enfoque del derecho a la educación es el que condiciona la libertad de los padres, quienes en cumplir su deber están realmente exigidos por el cómo sus hijos el día de mañana desearían haber sido educados. Esta condición de la libertad a la enseñanza no sólo implica a los padres, sino también a educadores, profesores, políticos, etc. Todos están condicionados en el ejercicio de su labor por realizarla del modo como demanden los alumnos, que son quienes en la sociedad ejercen el derecho a ser educados.
La dificultad pues del ejercicio de la libertad en la educación reside en que los niños no tienen juicio suficiente para ejercer el derecho, covirtiéndose el sistema en un ejercicio intuitivo sobre el modo a acertar a conseguir los objetivos con los que los educandos puedan el día de mañana sentirse realizados. Aquí la ciencia de la pedagogía tienen mucho más que opinar que el criterio de padres y políticos, porque éstos representan intereses subjetivos, por muy nobles que sean, cuando para alcanzar satisfacer las intuiciones respecto a la satisfacción educativa se precisan modelos objetivos. Exigir libertad en la enseñanza supone reconocer que los hijos sean educados permanentemente en la opción de la libertad, lo que entraña un ideal tan difícil de realizar como será la satisfacción que de mayores las nuevas generaciones tendrán respecto a cómo se les trató. De ahí es muy posible que surjan las definiciones de sistemas que se proponen como los adecuados a seguir por la sociedad, pues frente a los que aceptaron la educación que recibieron, otros muchos consideran necesario adaptar los métodos a la evolución que va acaeciendo en la sociedad, con el fin de minimizar las posibles controversias que se pueden dar entre el pensamiento de la sociedad real y el que se imparta en las aulas.