EL CONDICIONAMIENTO DE LA PERCEPCIÓN
En el proceso del conocimiento, el primer estadio lo constituye la percepción, función que logra la comunicación de lo distinto externo a través de los sentidos. La diferenciación de las características y cualidades de los objetos externos es necesaria para que los sentidos puedan identificar las distintas clases, y en cada una de ellas sus rasgos propios y distintivos. Esta realidad exterior que los sentidos pueden apreciar y diferenciar constituye una parte importante del conocimiento de los seres vivos, pues lo cognoscible posibilita la realidad del conocimiento.
Dado que el conocimiento de los seres vivos pasa por la percepción que canalizan los sentidos, en función de la capacidad sensible de cada uno de ellos se posibilitará una mejor o peor percepción. Esto afecta de dos maneras a la calidad de la percepción: Una de ellas según la sensibilidad propia de cada sentido, y otra según la capacidad de coordinación de los diferentes sentidos para interactuar procesando más o menos información. Téngase en cuente que orgánicamente cada sentido está dotado de una capacidad concreta y limitada, pero el recurso puesto en acción de toda su capacidad dependerá no sólo del estímulo exterior, sino también del interés con que se implique cada sujeto en el proceso de la percepción. Póngase por ejemplo la muy distinta información que se percibe y procesa a través del sentido de la vista cuando simplemente "se ve", a cuando "se mira".
Las posibilidades de captar información por cada sentido están determinadas en primer lugar por la facultad de los órganos corporales que cada ser posee, que dependen, en cuanto a su constitución, de la genética que los define de un modo propio para cada ser, dentro del espécimen de la especie. En un segundo lugar interviene la dotación de conservación -el alimento, las vitaminas, la salud, la higiene- que favorecen la mejor o peor disponibilidad orgánica para la recepción de la información por los órganos de los sentidos externos, de la transmisión por el sistema nervioso y de su procesamiento en el cerebro.
Esta diferenciación orgánica del proceso de percepción constituye una de las características de la individuación de los seres vivos, quienes a partir de ella hacen que el conocimiento de la misma realidad sea personalizada en cada individuo. Ello ha conducido a algunos filósofos al escepticismo de poder conocer una realidad objetiva, aunque hay que considerar que la fuente de la percepción humana no se reduce a la percepción sensorial directa del exterior, sino que ésta se complementa con la percepción interna que proviene de la computación de las percepciones globales de toda la vida, que ayuda a interpretar de una forma coherente cuanto en cada momento se percibe.
Hasta aquí se podría decir que la relación del ser vivo con el mundo que le rodea está determinada por el carácter, como conjunto de todas las peculiaridades genética que configuran a los sentidos externos e internos para percibir la realidad exterior. Esta carácter va a definir las sensibilidades personales que desde el modo en que realizan la percepción les dota de una mentalidad peculiar.
Si el ser vivo habita en comunidad, su mentalidad tiene un aporte muy importante a través del conocimiento cultural, que no es sino la percepción de un saber elaborado, que mediante la comunicación recíproca no sólo ilustra la mentalidad particular, sino también enseña a cada individuo a percibir según unas normas de interés cualificadas que contribuye a una percepción más intensa de lo que directa e individualmente se va descubriendo en la vida. Esta facultad transversal del conocimiento favorece tanto la realidad mental como la percepción sensible, ya que no es más que la consecuencia de la misma forma de percepción individual computada a través de una memoria colectiva. Se asume el saber producto de la experiencia común, por el que la relación con el mundo exterior se conforma como verificación y confirmamación de lo percibible incoado desde la actividad mental.
La incidencia entre el modo de percibir natural, según el carácter de cada persona, y el que procede de la cultura que le presta la sociedad con frecuencia entran en conflicto produciendo tensiones mentales, ya que el acomodo de lo genérico no se aviene sin más a los parámetros de lo particular. En gran parte ese ajuste mide el grado de integración en una comunidad. También ese desajuste constituye a veces la marca de quienes aportan nuevos valores y tendencias que favorecen la permanente renovación social.