PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 45                                                                                            JULIO  - AGOSTO  2009
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LOS DESEOS Y LA REALIDAD

 
Para el ser humano la realidad de la que forma parte es una realidad dinámica, que varía de acuerdo a cuantas variables va introduciendo para modelarla a su interés. Desde esta perspectiva humana, la realidad se identifica con la naturaleza tal como el género humano la conoce, incluyendo las modificaciones que, sobre la misma, su iniciativa creadora proyecta.
Como el ser humano posee una intuición creativa con la que reinterpreta de continuo su espacio existencial, se da a un tiempo lo que intuye qué podría reformar y lo que de lo actuado sobre la existencia conforma la realidad de cada momento. Pero entre esa creatividad que formaliza el deseo y lo que realmente percibe como la realidad existe la diferencia de la ilusión y la verdad; lo que, cuando no se conceptúan como formalizaciones diferenciadas, puede distorsionar el conocimiento, confundiendo el deseo de lo que sea realidad con lo que la realidad es.
Esta confusión intelectual de la persona humana es muy frecuente, pues tanto el plano conceptual de la realidad como el de las ideas creativas que inducen el deseo corresponden a abstracciones mentales en las que se pueden confundir los deseos y la realidad. Todo deseo supone una aplicación sobre la realidad que la inteligencia creativa considera con más o menos posibilidad de éxito. Esa experiencia intelectual creativa concibe la realidad transformadora según una interiorización imaginativa, que analiza la supuesta realidad transformadora y verifica la posibilidad de realización de la intuición. Pero ese ensayo creativo aún no constituye más que un anhelo, un deseo, que por caber en la imaginación humana no altera la realidad más que en la interiorización mental del sujeto que piensa. Concebir ideas constituye la realidad mental, pero no incide sobre la realidad existencial, salvo en lo que podría denominarse como el incremento del patrimonio de proyectos creativos, que abarcaría el infinito de los deseos humanos que nunca llegaron a realizarse en la naturaleza.
Que el fantasma de la imaginación confunda el mundo de los deseos y el mundo de la realidad es algo que constituye uno de los mayores problemas sicológicos de la personalidad, porque induce a vivir en la irrealidad, de modo que el intelecto y la voluntad se adhieren a conceptos inexistentes haciendo que progresivamente sea más difícil la intercomunicación con las demás personas, porque se soslaya la realidad que constituye el campo objetivo de la relación.
Los deseos configuran en gran manera el espacio creativo e imaginativo que enriquece la vida intelectual y afectiva de la persona, pero han de percibirse como lo que son: proyectos de realidad. Sólo en la medida que se lleva a la práctica la creatividad adquiere rango existencial. Conocer la identidad de los deseos como deseos ayuda a sostener una personalidad equilibrada. Confundir los deseos con la realidad conduce a crear una personalidad idealizadora, la que favorecerá la perturbación de las relaciones sociales, ya que el punto de partida de lo que se discute no se entiende en lo que es, sino en lo que se desea que sea.