PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 45                                                                                            JULIO  - AGOSTO  2009
página 8
 

LA NOCHE DEL ESPÍRITU

 
Interpretar la vida del ser humano en conexión con el mundo exterior que habita es uno de los propósitos de la introspección, porque de una buena comprensión de los condicionantes debidos a las relaciones que le incumben con la naturaleza se aprende tanto sobre su subordinación como sobre su determinación creativa, lo que recibe y lo que aporta al orden cosmológico universal. Saberse en el mundo no satisface a una mente intelectual si no se motiva en descifrar las vinculaciones de su propia naturaleza con el orden que le rodea.
Entre esas circunstancias externas que le determinan está la diferenciación entre el día y la noche, entre el velar y el sueño, entre la cosciencia y el subconsciente, entre la voluntariedad y la inercia. De muchas de esas particularidades que le afectan apenas tiene alguna noción, pero de otras, mediante la reflexión sobre la experiencia intelectual se aproxima a identificar qué energías le procuran grados de mayor lucidez en la percepción de su más profunda realidad. Esa intelectualización mental es lo que se considera que alimenta la intuición de sí que se atribuye como esencia de toda espiritualidad. Nada espiritual en el hombre puede haber sido generado por la percepción del mundo natural que le rodea, pero ninguna experiencia interior se sustenta totalmente desconectada de la realidad existencial.
En el orden normal de hábitos de vida, el día con su luz favorece la actividad de relaciones externas a la persona, como son el trabajo, la educación, el comercio, la gestión del sustento, la disposición del orden social. La noche, en cambio, parece el segmento de la jornada propicio para la relajación, el descanso, el sueño reparador y, favorecido por el silencio, para una mínima introspección interior, o sea, la valoración para la propia personalidad de lo acontecido a lo largo del día.
A mayor actividad se multiplican las percepciones de los sentidos y la actividad mental matemática que computa las aplicaciones de respuesta inmediata para las operaciones generadas en las relaciones externas. Todas esas percepciones enriquecen la mente, pero realmente no enriquecen la personalidad hasta que son apropiadamente valoradas por lo que aportan a la conciencia de sí que caracteriza al ser racional. Esa función de generar la propia identidad se construye mediante las intuiciones espirituales por las que cada persona se reconoce como sujeto propio que administra el interés que cuanto le rodea le ofrece, y esa imbricación de percepciones e intuiciones se favorecen por la serena meditación que propicia el silencio y la soledad de la noche.
Encontrarse a sí mismo es quizá el objetivo más debilitado por la exigencia dinámica de la sociedad contemporánea, y si el hombre pierde la oportunidad que le brindan algunos espacios de tiempo libre en la noche para recapacitar sobre la consistencia de su personalidad es muy posible que se configure a merced de los influjos externos.