EL SUBTERFUGIO DE LA VERDAD
La esencia metafísica del conocimiento consiste en la identificación del concepto de verdad, lo que exige la correcta definición intelectual de la extensión del concepto y la adecuación al mismo de las proposiciones que construidas desde la percepción se formulan sobre la realidad. Esta lógica del pensamiento representa una aproximación cierta a la consideración de la finalidad misma de la razón que, teniendo como objeto propio la verdad logra, sobre otras aplicaciones prácticas, la justificación última de su naturaleza. La razón tiende a la verdad como fin intelectual de todo juicio que busca desentrañar las causas últimas del orden de la naturaleza.
Si algo posee el concepto de verdad que explora el conocimiento es que no es un axioma, o sea, lo que se define como verdad por sí mismo. La verdad no es verdad para el conocimiento porque lo sea, sino porque los contenidos que el juicio pueda formar sobre ella identifican la no contradicción con la realidad que percibe el conocimiento. La lógica de cada uno de esos juicios constituye las condiciones en que la verdad puede ser elucidada y sus conclusiones expresan los contenidos de verdad que pueden ser atribuidos a una predicación. Siendo esto así, se hace cada vez más necesario que la metafísica acompañe al discurso racional para que la confusión intelectual no prospere en la cultura de la humanidad.
El mayor peligro para la consistencia del pensamiento racional no proviene de la desadecuada configuración de las condiciones y contenidos de verdad por la precipitación de los juicios, sino de la afirmación axiomática de la verdad a la que deban referir todos los juicios. Es negarle al conocimiento su propio fin intelectual para convertirle en pregonero de lo que alguien profiere como la definición de la verdad. Aceptando que la razón no crea la verdad, sino que la identifica de la realidad, quienes se toman la osadía de definir ellos la verdad no sólo entran en conflicto con el racionalismo, sino que contradicen en su esencia la metafísica del conocimiento como una determinación de la libertad humana, ya que el objeto propio del intelecto es descubrir y asumir la verdad, y no aceptar los dictados externos haciendo dejación de la facultad de la razón. Tan sólo por la confianza prestada a la mayor inteligencia de otras personas se puede considerar sus juicios identificativos de la verdad, siempre y cuando no contradigan a la propia razón.
La historia del pensamiento de la humanidad se puede considerar como una confrontación entre los que refugiados en una propia definición de la verdad la han predicado como imposición moral al resto de la humanidad y quienes han reinvindicado la libertad moral para que cada individuo y el conjunto de la sociedad se aproximen por el ejercicio de la razón a desentrañar la adecuación a la verdad de las realidades e inquietudes intelectuales de cada generación. El gran peligro que se ha mostrado es la contaminación de la soberbia individual de los pensadores, quienes en un proceso de investigación apoyados en la libertad, una vez desentrañados determinados contenidos de verdad en sus proposiciones tienden a universalizar el todo por la parte, y así modifican su legítima opción racional para identificar la verdad por definirla de acuerdo a los parámetros por ellos considerados ciertos, sin tomar en consideración que la verdad que la inteligencia llega a descubrir en la realidad siempre serán contenidos particulares ajustados a la condición de la realidad sobre la que se juzga.