PENSARSE
Adjudicar al pensamiento humano la causa de su creatividad diferenciada de las restantes especies vivas es un conclusión de la gnoseología que sirve a la filosofía social en lo que concierne a la creación de la sociedad según el orden de relaciones configuradas libremente por el ser humano. Puesto que la mayor parte de la creatividad humana revierte en algún grupo social, se contempla el progreso causado por la razón como un hecho fundamentalmente social, soslayándose la importancia que tiene para cada individuo la aplicación que del pensamiento de sí se sigue para el perfeccionamiento personal.
Si de la aplicación de la forma propia del conocimiento humano se genera la causalidad que crea nuevas aplicaciones para la materia prima en virtud del diseño creativo provocado por una intuición razonada, cabría plantearse que si el pensamiento toma por objeto la materialidad de los propios procesos mentales-cognitivos logre producir un perfeccionamiento de los mismos para provecho de la propia personalidad. Ese recrearse uno mismo podría parecer una utopía, pero es el proceso común que en virtud de la libertad ejercen casi todas las personas para mejorar. Cambiar a mejor supone una valoración interior de la propia personalidad que casi siempre se sigue de una reflexión sobre lo que se es, el conocerse, y lo que se quisiera ser, la intuición creativa que el pensamiento aplica sobre la propia realidad personal.
Pensarse exige todo el largo proceso mental que permite el conocimiento, y aunque pueda parecer lo contrario el conocimiento humano halla más lógico aplicar la creatividad sobre los seres externos, cuyo proceso cognitivo procede de la percepción sensible, que sobre las entidades internas del propio ser, cuya percepción corresponde más al intelecto que a la motivación sensible en razón de la abstracción e inmaterialidad de algunos procesos que disimulan su ser al ámbito de los sentidos.
Para poder pensar sobre sí, y crear las marcas que se pudiera intuir de mejorar la propia personalidad, el primer elemento necesario es querer libremente el acto de la reflexión intelectiva, pues aunque como sujeto se percibiera el yo de su ser, sin la decisión intelectiva de prestarse atención a la consideración de las relaciones de las propias partes no lograría obtener materia sobre la que aplicar un pensamiento que pudiera crear alguna nueva aplicación por la que se optimicen los procesos.
Tras la decisión de la voluntad de pensar sobre sí, distinguiéndose como una singular entidad, se hace necesaria la peritación de la materia, del mismo modo que habría de ejercerse sobre un objeto externo, lo que supone la necesaria introspección para aproximarse a la propia forma de ser, tanto en sus caracteres naturales como en los hábitos operativos adquiridos, cuya catalogación es esencial para poderlos comparar a las posibles formas intuidas, y así aplicarse a introducir las mejoras pertinentes. Esas intuiciones ejemplares se obtienen tanto de los modos de ser que se perciben con disgusto, de las formas aprendidas en comportamientos ajenos o de cuánto de ejemplar pueda hallar en la naturaleza. En la medida que alguien piensa sobre sí, abre la posibilidad de recrearse perfeccionando el orden de las relaciones que marcan las cualidades internas, hasta donde lo permita la propia limitación substancial.