EL APRENDIZAJE DE UNA SEGUNDA LENGUA
El acercamiento a la compresión de una segunda lengua se hace para la mayoría de las personas una tarea ardua, en la que sólo tras años de esfuerzo se logra un mediano dominio. Esta dificultad que entraña el aprendizaje de los idiomas no debe hacer desesperar en la perseverancia del estudio, pues su importancia cada vez es más trascendente en los planes y actuaciones profesionales. No obstante esa dificultad, conviene repasar algún criterio esencial de esa ciencia de aprender otras lenguas para mejorar la disposición personal para hacerse a esa labor.
Quizá la razón más determinante es que una lengua constituye un dominio personal en tanto en cuanto se impone en el ámbito en que la persona se relaciona, haciendo con ello una necesidad natural de expresión. Siendo esto así, se podría firmar que el progreso en la lengua constituye un dominio más allá del empeño por adquirir esa destreza. Eso explicaría cómo, tras un proceso lento y arduo, en un determinado momento el sistema de la lengua se hace presente en el entendimiento y comienza a hacerse más asequible la comprensión, pasando de los primeros tiempos de aprendizaje en que no se aprecia ninguna recompensa al nuevo proceso en el que los progresos se hacen palpables.
Que es el sistema de la lengua el que se impone a la persona justifica que cuando alguien emigra a otro país se adquiere la habilidad del dominio de la lengua con relativa prontitud, pues las relaciones de convivencia favorecen que el sistema de la nueva lengua cale en la construcción mental de la expresión personal. Habría que presentar una cierta resistencia para que eso no fuera así, del mimso modo que también las costumbres propias se adaptan a la forma de vivir de la nueva sociedad que se habita.
Esa penetración paulatina del sistema en la mente según las relaciones sociales progresan es lo que ha mercado la nueva didáctica del estudio de los idiomas, en la que más que priorizar la gramática del sistema se pretende introducir el estudiante en el lenguaje habitual de la vida, sin forzar necesariamente el estudio, y así adquiriendo de modo sobreentendido las estructuras del sistema, facilitar luego las reglas en función de las oposiciones distintivas que se dan respecto a la lengua materna.
Que sea la lengua la que se impone sobre la persona implica que cuanto mayor sea el influjo mayor será el probable progreso en el dominio, de modo que cuantas más vertientes completen ese aprendizaje mayor serán las influencias sobre la mente, aunque algunas de ellas es un principio puedan parecer improcedentes. Así, escuchar canciones, presenciar filmes, leer libros, seguir cómics, atender conversaciones ajenas... facilitan la penetración del sistema de la nueva lengua en las estructuras mentales, aunque pueda parecer que cada una de esas actividades supone una pérdida de tiempo. Hay que tener en cuenta que cada lengua posee un ritmo peculiar y una musicalidad propia, lo que no se percibe con sólo aprender vocabulario y estructuras sintácticas. Ese dominio exclusivo de la lengua sobre cada persona se impone proporcionalmente a la semejanza de integridad de relaciones a la vida de un país con la lengua vernácula.
Ayudar a aprender una lengua también está en transmitir, e intentar que sea interiorizada, la necesaria paciencia para perseverar cuando en los comienzos al mucho interés se corresponde una asimilación que, aun siendo real y trascendente, sus resultados prácticos se consideran poco retributivos. Todo esa dedicación aparentemente pasiva mostrará sus efectos sorprendentemente a su debido tiempo.