LA ESTÉTICA DE LA LENGUA
En los días que nos toca vivir podemos contemplar como una jerga se está apropiando de los modos de decir del lenguaje en función de la presteza del uso de las computadoras y los celulares. Ese lenguaje, que pretendió servir como un código abreviado de las palabras comunes de la lengua, ha pasado a establecerse como signo lingüístico para muchos grupos jóvenes que cada vez encuentran más difícil reconocer la ortografía apropiada de la lengua.
Dado que la lengua funciona como un código abierto que se modifica con el uso, algunos profesores consideran incontrolable la evolución de la misma, pues abreviaturas, neologismos, préstamos extranjeros e incluso las difíciles pronunciaciones favorecen que se renueve espontáneamente según los usos a la moda y el carácter de cada generación. Como la lengua única no es la que recogen los diccionarios sino la que se usa en la calle en las relaciones humanas, hay que admitir que, guste no no, el descontrol de muchos jóvenes para advertir lo propio e impropio en el lenguaje va a influir decisivamente sobre la lengua del futuro.
A lo largo de la historia de cada lengua se puede advertir un lenguaje culto y otro más coloquial, así como la jergas propias de grupos de edad o condición social. Lo que parece que comienza a detectarse en los nuevos tiempos es un hecho más diferenciado, porque, al seguirse de hábitos ligados a una tecnología que se extiende por todas las capas de la población, es una parte de la estructura de la lengua la que empieza a ser modificada, y no solamente el léxico. El empleo de preposiciones y adverbios se simplifican en la representación, y en la escritura se anulan oposiciones fonéticas con el fin de reducir los símbolos para un más rápido dominio del teclado. Actitudes éstas que para muchos representa un paso atrás en la estética de la lengua.
Pero ¿es qué la estética de la lengua representa un valor? ¿Acaso la belleza de la lengua aporta algo a su poder significativo? Ese apostar de muchos por la utilidad práctica de las cosas supone para otros una pérdida de la conciencia creativa del ser humano, que no se satisface sino con una referencia de perfección en cuanto realiza. Lo bello es bello porque contiene un orden en el que la percepción se recrea, aunque a veces no sea sino por las condiciones de conducta que hacen esperar algo ordenado de una determinada manera. Así el orden de la frase, las subordinaciones, la flexión temporal y verbal, etc. además de la calidad rítmica y sonora del léxico, hacen que pueda hablarse de una estética en la lengua, cuya realización más preciada se puede considerar poesía.
La estética de la lengua puede considerarse un valor cultural, y como tal puede reivindicarse su custodia y conservación como un patrimonio común que no debe quedar a merced del utilitarismo, de igual manera que se promociona la estética en la arquitectura, en el cine o en la moda. Que el habla y la escritura mantengan una estética en su proceso de renovación es de interés social, porque, considerando la lengua como la más próxima expresión de la conciencia de una sociedad, se convierte en referente del interés de la comunidad por la cultura y por la belleza.
La estética de los usos de cada persona en el día representa un aspecto de su cultura y de su integración en las referencias culturales de su colectivo. Una sociedad culta es la que innova sin permitir que la utilidad anule su sentido estético, ya que en el dominio de la estética se reconoce en gran parte que el ser no es un objeto más del mundo, sino sujeto modulador de su propia existencia. Ese bienquererse se refleja también en un uso correcto del lenguaje que no se deja atropellar por la presión que le impone un uso simplista de los instrumentos a su servicio.