PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 5                                                                                                   DICIEMBRE 2002-ENERO 2003
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SOBERANÍAS EN LA U.E.






La aproximación de los estados europeos hacia una convivencia socio-económica quizá sea el hito más importante de la historia política del mundo; no porque la unión de esos estados vaya a conformar un imperio, sino por la forma del proceso de aproximación que están experimentando. En la historia tenemos muchos ejemplos de la formación de imperios, pero todos ellos fueron el resultado de guerras y conquistas, o sea: dominación.

El hecho de que estados centenarios europeos caminen hacia alguna estructura de convergencia sobre la base de compartir sin perder la propia soberanía es un hecho trascendental.
Las causas que han propiciado ese acercamiento tras siglos de continuos enfrentamientos, a mi juicio, son:
     1º Un sustrato cultural común: la romanización y el cristianismo.
     2º El marco de un sistema político adecuado: la democracia.
     3º Una estructura socio-económica satisfactoria: la sociedad del bienestar.
Estos tres factores armonizados en el tiempo del vertiginoso progreso en las comunicaciones han favorecido la superación de barreras que hace cien años se consideraban inamovibles.
Desde el punto de vista de la filosofía social, el proceso unificador está avalado por un cambio de perspectiva en la concepción de los límites de la soberanía. Hasta la Revolución Francesa, la soberanía de un reino o un imperio se medía por los territorios de que era dueño el soberano o señor. Desde el siglo XIX, comienza a evolucionar el concepto de soberanía hacia el dominio de la voluntad colectiva de un pueblo. La fijación única de la soberanía respecto a una demarcación geográfica se debilita. Este cambio de perspectiva ha permitido que el concepto soberanía se traslade desde un ente material, una delimitación física, a un ente moral, una conciencia colectiva, aun cuando ésta mantenga el referente espacial.
Los bienes materiales cuando se comparten se dividen, no así los bienes morales, que pueden ser compartidos poseyéndoles completos cada una de las partes.
El proceso de integración de la U.E. se ha basado en que los estados comparten parte de ese ente moral de la propia soberanía con otros estados, sin que ninguno de ellos pierda la posesión de la misma, sino que una porción de ella libremente se articula en una administración conjunta por lo que reporta de beneficio común.
Hasta ahora, el proceso de integración se ha realizado con la máxima exquisitez en el respeto a la soberanía de cada unos de sus miembros, sin que se haya podido apreciar en el proceso un atisbo que amenace la disolución de los estados.
La conciencia nacional en Europa es mucho mayor que en otras regiones del mundo. La vinculación de la propia soberanía -como ente moral- al estado del bienestar de sus ciudadanos, ha conseguido vencer el aislacionismo -la conciencia de que al compartir se pierde lo que uno pone en común-. Por eso, lo más importante al afrontar el delicado proceso de la puesta en común de las políticas de los países adheridos y de la administración colectiva sea no perder de referencia las parcelas de soberanía puestas en común y el respeto a la libertad operativa de las mismas.