PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 50                                                                                          MAYO - JUNIO  2010
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LA LIBERTAD INTERIOR

 
El pensamiento humano en la tarea de conocerse a sí mismo ha encontrado un escollo al definir los criterios de verdad con que poder enjuiciar la conciencia de libertad. Hay personas que no han encontrado razón para sostener la libertad humana como una facultad de su naturaleza más allá de la variación estadística en las decisión que rige su comportamiento. Otras afirman la libertad como una determinación intelectual por la que el entendimiento elige indistintamente obrar una opción entre varias posibilidades, además constituye desde su creatividad condiciones para poder actuar de manera indeterminada. Esta disensión de la metafísica sigue al conocimiento del hombre, que no sólo alterna entre quienes tienen conciencia de libertad y quienes no, sino que incluso una misma persona puede dudar sobre su experiencia de libertad en el transcurso de su vida. Convenir para todos razón de verdad exigiría alcanzar la conclusión de distintas naturalezas en el ser humano, negar la realidad de la libertad al no ser reconocida en la experiencia personal de muchos, o considerar que la libertad sea un hábito intelectual que deba ser desarrollado en la personalidad, y por ello la entidad de su propio conocimiento se encuentre dependiente de la configuración alcanzada en cada persona.
La intuición de la libertad, en cuanto no se identifica con una evidencia, por lo que sería universal para todos los hombres, ha de ser consecuencia de una reflexión en la que se advierta sobre el poder de decisión en una determinación de posibilidades en las que no existe nada impuesto imperativamente sobre lo demás. En cuanto, incluso, se percibe una elección en el obrar de modo diferente a la respuesta más esperada, mayor conciencia de libertad se intuye. La libertad se vincula así a la respuesta consciente y reflexiva, que se conoce como libremente querida.
Considerar que los actos humanos están dictados como respuestas determinadas por las percepciones y comportamientos previos implica una importante reducción del ejercicio de la reflexión, como se hace en muchas formas de obrar, con respuestas espontáneas, de modo que cabría afirmar que, salvo que la reflexión se considere asumida en el hábito, no cabría movimiento intelectual que dirigiera el operar. De lo que se puede estimar cuánto de distinto puede llegar a ser en cada persona el ámbito de su libertad.
La necesaria dependencia de la libertad a la reflexión es lo que la configura como un objeto de la interiorización, por la que no sólo se logra intuir su esencia como experiencia racional, sino que el hábito de la reflexión interior determinará la potenciación de la misma. La primera y más profunda intuición sobre la libertad es la que versa sobre la voluntariedad de la reflexión interior, por la que cada hombre elige dedicar tiempo y esfuerzo a su propio conocimiento interior para que sus obras sean más una consecuencia de su determinación propia que del influjo exterior. Aprender a decidir y obrar en conciencia, y no en función de la presión o circunstancias foráneas está en la base del ejercicio de la libertad. La reflexión interna, cuanto más ahonda y conoce la propia forma de ser, más reafirma la propia personalidad frente a la determinación de los influjos provenientes de las relaciones externas y menos condicionada estará su respuesta al obrar, con lo que crecerá su grado de libertad. En el análisis de si las propias respuestas operativas son meditadas y libres se configura la perfección del hábito que facilita el ejercicio de la libertad. Así se puede llegar a la conclusión que en función de cómo en la propia introspección se percibe la conciencia de libertad, como consecuencia de reflexionar y juzgar aislado del agobio externo, así se reconocerá el hábito de libertad en el ejercicio de las relaciones sociales.
Se justifica así que la conciencia de libertad varíe tanto de unas personas a otras, e incluso en una misma persona en diferentes etapas de su vida. La dinámica de la vida moderna parece que exige la sumisión del tiempo, reduciendo la posibilidad de dedicar tiempo a la introspección. Pensar sobre el quehacer no es lo mismo que hacerlo sobre el qué hacer, y en cuánto el primero invade el tiempo del otro más se reconcoce la persona determinada y menor conciencia de libertad percibe. La intuición acertada de liberarse le puede dirigir hacia la reflexión interior que le conceda conocer el valor de lo que es.