TIEMPO PERSONAL
La metafísica ha definido el tiempo tanto como la medida del decurso del movimiento, tanto como un a priori de la sensibilidad en el que se encuadra la percepción, o como una experiencia sicológica, o como una determinación histórica de la realidad. Estudiar la naturaleza del tiempo ha apasionado al pensamiento humano, fundamentalmente porque el mismo pensamiento se sabe medido por él. El conocer se realiza en un tiempo que le determina a saber la limitación de su existencia. La percepción de la caducidad, sea apriorística o consecuente, es una de las paradojas de la inteligencia, que al penetrar en las relaciones de la naturaleza le informa de la limitación del ser. Por ello, la experiencia personal del tiempo se percibe intelectualmente de dos formas distintas: Una, objetiva, que comprende el tiempo en el que se reconoce la existencia; la otra, subjetiva, que estima el tiempo de la propia existencia. Siendo esta última la que ejerce un influjo determinante sobre la mente, y a la que, en gran manera, se la puede considerar como una de las causas de la formación de la conciencia.
La conciencia es consciencia de las consecuencia de los propios actos. Esa responsabilidad que atañe a la conciencia del ser humano por el bien o el perjuicio que se deriva de los actos ejecutados se sigue, en primer lugar, por el hecho de tener conocimiento, consciencia, de la relación causa-efecto de los actos libremente decididos. En un segundo lugar, se pueden considerar que las consecuencias de un acto precisan de la secuencia del tiempo para que el efecto pueda seguir a la causa. Ese tiempo puede ser un infinitesimal o la infinitud, pero independientemente de su duración su secuencia se exige porque el efecto sigue a la causa en su movimiento. La responsabilidad de las obras que asume la conciencia es una lectura de la proyección de sus obras sobre las relaciones existenciales contraídas y de las alteraciones ejercidas por sus influjos.
Esa determinación del tiempo en la generación de la conciencia puede ser considerada como una condición o categoría metafísica, pero su influjo sobre la voluntad para actuar procurando efectos positivos, en cuanto se sigue del conocimiento, se perfecciona con la madurez intelectual, de modo que la responsabilidad no sólo se acumula en la memoria de la conciencia por la consecuencia de los actos ejecutados, sino que, conforme el saber es mayor, se conoce mejor la trascendencia de los mismos en el devenir temporal.
El conocimiento que se posee del tiempo de vida personal es sólo cierto en su limitación por la durabilidad del individuo de la especie, ya que la incertidumbre del colapso letal se presenta como una variable en la perspectiva de la responsabilidad. La efectiva carga en la conciencia puede estimar, además de los efectos en el tiempo ya causados, las posibles obras a ejecutar y las consecuencias que contraerán, y aunque éstas puedan ilimitarse en el tiempo, los actos propios se encuentran limitados por la perspectiva de vida que el tiempo acota para cada persona.
Frente a la relativización que puede representar el tiempo histórico, para cada persona la medida del tiempo de su vida personal y de la consecuencia de sus actos es el único tiempo que presenta un carácter definitorio real, pues del tiempo en el que no se ha existido no cabe más que asumir su legado y especular sabiendo que, sea el que haya sido, no entraña responsabilidad alguna para el ser.