PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 52                                                                                          SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2010
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VENCER LA SUBJETIVIDAD

 
El pensamiento filosófico ha oscilado, según las épocas, hacia la objetividad, con la filosofía realista, o hacia la subjetividad, con el inmanentismo. Para no dejarse vencer por una tendencia sobre la otra es necesario considerar que todas las personas se comunican con el exterior mediante su sensibilidad y su mente, pero también que sin un mundo externo, que estimule la sensibilidad, el ser vivo producto de ese aislamiento habría sido todo lo opuesto a lo que el ser humano es, tanto como al ser que cree conocer que es. Por ello parece aceptable considerar que es quien desde la subjetividad penetra la objetividad. Hasta cuánto una y otra determinan el mundo interior es lo que constituye la personalidad.
Cuando se interpreta que la dinámica mental es la que prioriza la conciencia de ser, se es más propenso a considerar una personalidad más fuerte. Si se favorece la inducción de la realidad, podría estimarse que la personalidad estaría más determinada. Teniendo en consideración que la personalidad representa la relación del ser con el entorno -pues al sólo conocerse a sí, como único objeto de conocimiento, la mente apenas demostraría actividad-, se exigirá una gran competencia tanto en la aprehensión de la riqueza del mundo exterior, como de la capacidad mental para comprenderla.
La posición mental del juicio humano, como afirma Emil Lask, supone una síntesis entre subjetividad y objetividad, porque la verdad está más allá del propio juicio, en la cosa real. Así la verdad y la falsedad depende en mucho de la posición relativa del sujeto al objeto, que le permita captar cuánto de realidad hay en él. Pero si el sujeto se queda en la periferia del objeto, su conocimiento de él será superficial, pudiendo la imaginación asignarle cualidades ficticias, elaborando una imagen con la que se conformará un concepto alejado de la realidad.
Ese distanciamiento del sujeto a la realidad repercute en la personalidad, no sólo porque la forje idealista, sino porque la predispone a recrearse en el mundo interior como modelo, sin contrastar  las propias ideas con las realizaciones ajenas, de las que cada hombre tiene tanto que aprender. La mente del ser humano atesora el bagaje de su experiencia y su saber, pero debe considerar permanentemente que si no permanece abierta a la recepción de cuanto de nuevo genera el progreso de las ciencias humanas y técnicas, cada vez se sumergirá en la subjetividad del juicio al mundo contemporáneo desde criterios incoherentes con la objetividad de la transformación social.
El distanciamiento generacional radica mucho en que cuando se posee la competencia de la madurez intelectual, se estima la creatividad de la siguiente generación como incompetente, lo que lleva a alejarse de la nueva realidad, que es la que se quiera o no habrá de imponerse. Evaluar objetivamente  el porqué de los cambios es imprescindible para la comprensión intergeneracional, porque todos los cambios tienen un porqué. La propensión a ampararse en la subjetividad de la forma de pensar consolidada, y no abordar la crítica de la evolución, lleva de por sí optar por la renuncia a intervenir en ese proceso de modernización. Las contradicciones que se detectan entre el mundo interior y el exterior, si se abordan desde el juicio de razón, y no desde una disciplina mentalista jerarquizada por concepciones inamovibles, servirán para salir del aislamiento en que la subjetividad muchas veces reduce al individuo cuando se alcanza a ver como un problema insoluble lo que cuesta objetivar. Incluso lo problemático, por su propia condición es necesario que sea tratado como problema, y aplicar la inteligencia y la creatividad para encontrar la solución que más convenga.