PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 52                                                                                          SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2010
página 8

MÁS ALLÁ DEL LENGUAJE

 
Quizá sea propio del quehacer filosófico poner en duda los criterios anteriores de construir de esa ciencia, exigiéndose una vuelta más, lo que, por una parte, debería generar confianza, aunque, por otra, podría transmitir inseguridad, como si todas sus conclusiones estuvieran prendidas con alfileres esperando un pensamiento avanzado que las rebata. Basta con echar una vista al pasado y ver cómo a lo largo de la historia los sistemas filosóficos han afinado sus métodos para considerar la plena satisfacción de la verdad. Algunos de estos sucesivos pasos se podrían sintetizar así:
  • La antigüedad elabora un sistema idealista especulativo construido sobre la relación causa-efecto de la observación de las relaciones que se dan en la Naturaleza.
  • La Edad Media incorpora al sistema clásico una primera introspección humanista.
  • El Renacimiento subordina la especulación al análisis de la verdad que pueda certificar la razón.
  • En la Edad Moderna: El sistema filosófico, en sí mismo, toma conciencia de su relevancia para justificar la verdad. Se especificará en la experiencia, la experimentación y el positivismo científico.
  • La filosofía contemporánea reducirá a la lógica del lenguaje utilizado en el proceso de conocer la verificación de cualquier conclusión de verdad.
Este itinerario de la filosofía que va de la especulación causal de la observación de la Naturaleza al análisis del rigor del uso del lenguaje, por el que la razón conoce, ha dejado un gran bagaje de sabiduría que podría ser mal interpretada si sólo y únicamente se atendiera y entendiera a los más recientes sistemas críticos de esta disciplina.
Cierto es que el lenguaje constituye uno de los elementos fundamentales de la razón, especialmente del razonar en común, tanto como que sin un lenguaje no habría continuidad en la ciencia, pero también es cierto que más allá del lenguaje existe una realidad que se constituye en objeto del lenguaje, porque nada se podría decir sino hubiera qué decir. Ese qué decir es el objeto último de la filosofía, que está más allá del método con que se predica de él. Ese ser de la realidad se ha constituido durante siglos en el objeto prioritario del anhelo de la filosofía, pues esta ciencia siempre se ha percatado de que, si la mente humana puede ser fácilmente engañada por otro cualquiera, tiene igualmente debilidad para ser engañada por la apariencia de lo que es, y sólo desde una estructuración de la mente sobre la razón verdadera del ser se puede concebir su defensa en la verdad.
Se considera comunmente que el lenguaje es fundamental para el conocer, porque constituye el método para razonar, ya que el juicio contrasta las percepciones de la realidad formalizadas en conceptos retenidas como unidades de apreciación en la mente. Mediante la razón se constituirán los contenidos de verdad en la relación de los conceptos a la realidad, relaciones que se especifican mediante la adecuación entre todos los conceptos y juicios de la mente, para cuyo trabajo precisa de la ordenación de un sistema lógico que le asegure el empleo correcto de los elementos en las relaciones que establece.
Desde el interés de la filosofía por la verdad, una de las permanentes inquietudes está en discernir la realidad conocida independientemente del modo de conocer, que será objeto también de la filosofía en cuanto realidad, pero la condición de ser de las aprensiones sensitivas, que son la causa primera del lenguaje, no pueden se puestas en duda sin negar al tiempo la realidad de un lenguaje.
Atribuir conocimiento directo a la mente, sin la intervención de un lenguaje, constituye uno de los enigmas del proceso de cognición humano, pues hasta cuánto sean las intuiciones y las sensaciones formalizadas en el sistema de conocimiento mental determinaría su cierta independencia del ejercicio de un lenguaje. Se podría indicar cómo la música es apreciada en la mente de muchísimas personas que no conocen nada sobre el lenguaje musical. Los estados de felicidad, más allá del sentimentalismo, se pueden argumentar como realidades descriptibles que afectan al ser, sin que se pueda definir los juicios que las definen. Hay sensaciones provocadas por la contemplación que pueden considerarse auténticos conocimientos, porque la mente realmente las conoce, sin que aparentemente sean contenidos de un lenguaje cuando se dice de ellos que son inefables, indescriptibles, etc. La comunicación que genera la pintura abstracta se caracteriza por carecer de un vehículo de lenguaje, y no podemos por ello negar su trascendente influjo sobre la valoración de la armonía de la mente.
El diálogo de la mente con la dimensión más radical de la introspección interior, así como de la contemplación con la Naturaleza más allá de la derivada de la percepción sensible, se ha considerado como efectos de la imaginación, o sea construida al modo de mimesis de la experiencia de conocimiento racional, y por tanto vinculada indirectamente al lenguaje mental. No obstante, cabe diferenciar en el ser a las intuiciones espirituales de las imaginativas, en cuanto que aquellas se identifiquen con causas de realidad externas, y las imaginativas con una causa de realidad interna o mental, siendo que las primeras se impresionan sobre la mente y las segundas se expresan desde la mente, como potencia de su vitalidad.