PLACER, REALIZACIÓN, FELICIDAD
Es relativamente frecuente confundir como sinónimos "placer" y "felicidad", sin embargo, corresponden a dos sentimientos diferenciados, tanto en su causa como en su localización. El placer se disfruta orgánicamente de acuerdo a la excitación nerviosa de determinadas terminaciones sensoriales del cerebro. La felicidad se alcanza por un estado espiritual de complacencia en el bien. El primero sigue a la sensibilidad y el segundo a la voluntad.
El placer tiene su causa en la percepción sensible o imaginativa capaz de activar determinados terminales del sistema nervioso que generan sensaciones de satisfacción en la mente. Ello es común a todos los seres vivos con sensibilidad, y su finalidad puede considerarse que está ordenada, según la Naturaleza, a la realización de actividades que facilitan la conservación de los seres vivos, como, por ejemplo, son: la nutrición, la reproducción, la asociación. El placer es consecuencia de la relación de cada ser vivo con su entorno -tanto como el dolor- del cual recibe percepciones positivas que generan reacciones de estímulo desde el cerebro para que el individuo valore su permanencia en la vida, e incluso la estima del entorno que le proporciona el sentimiento de placer. Característico del placer es conocer la causa de la percepción que lo provoca, así como de los sentidos que intervienen en su generación, de modo que el individuo pueda recurrir a su activación para lograr la satisfacción consecuente. El placer, al tener su causa-efecto en la sensibilidad corporal, dura mientras existe el estímulo, de modo que su efecto es siempre temporal. Como la causa de la percepción pede ser imaginativa, en todos los seres vivos dotados de memoria, se puede disfrutar de placer mediante el recordatorio de una percepción sensible anterior, reconstruyendo los sentidos de la imaginación una experiencia pasada. Como la intensidad de la sensación imaginativa difícilmente iguala a la sensible, es por lo que las sensaciones de placer imaginarias se debilitan con el hábito y la deformación temporal de todo recuerdo.
La felicidad tiene su causa en las intuiciones creativas espirituales, y por ello la misma entidad de la existencia de la felicidad es puesta en duda, pues aunque su afirmación se sigue de la experiencia, las mismas restricciones que se pueden hacer a la realidad del espíritu se trasladan a la negación de la felicidad como un estado del alma, reduciéndola a un estado anímico emocional de la mente. Por el contrario, cuando se afirman las intuiciones espirituales por su trascendencia en la creatividad y la libertad humanas, la felidicad adquiere plena justificación reconocida en satisfacciones intelectuales que no proceden directamente de percepciones sensibles. Se considera así que la felicidad se vincula principalmente a los hábitos intelectuales y no a la sensibilidad corpórea. La felicidad como satisfacción del alma se encontraría vinculada a la noción moral, por la que cada persona, tras el análissis intelectual de sus intuiciones, decide libremente en conciencia realizar un bien porque lo considera como un deber. Ese ejercicio de libertad, sostenido habitualmente, va confiriendo a la conciencia el reconocimiento de poder construir una existencia con sentido, según el ejercicio de la creatividad y racionalidad propia. Esta realización del ser moral genera el estado de satisfacción que entendemos por felicidad. Aunque la felicidad dependa de la voluntad que decide perseverar en el bien obrar como deber, no se alcanza por un acto de voluntad, ni es debida temporalmente como una reacción, sino que es un sentimiento que acompaña o envuelve a una persona sin que se pueda identificar cuándo ni por qué se ha asentado en la mente.Entre las percepciones sensibles que genera el placer y las intuiciones espirituales que producen la felicidad, quedaría por analizar si del mero ejercicio mental de la razón que genera el juicio y mueve a la voluntad a obrar también se derivan satisfacciones, y si lo son, qué naturaleza tendrían que las diferenciaran de las del placer y la felicidad.
Entender este estadio racional que sigue a la mente en la administración de las abstracciones e ideas, sintetizando intelectualmente qué universo es el percibido sensorialmente, tiene por objeto producir una existencia personal lo más conveniente posible a las posibilidades que brinda la Naturaleza, aunque no tiene por qué estar informada de la dimensión moral que sólo confiere la intuición espiritual que trasciende la determinación mental de inclinarse necesariamente por lo más apetecible. El objetivo primero de la razón intelectiva es lograr el bien propio, concretado las más de las veces en el dominio que garantice el poder sobre el entorno. El logro de ese bien, que no es inmediato, como el bien sensible, sino instrumentalmente conseguido a través del uso pertinente de la razón, confiere un grado de satisfacción que no sólo lo es por el repórter del bien, sino también por la conciencia del adecuado su de la potencia de la razón para lograrlo. Este grado de satisfacción alcanzado en este estadio se le puede denominar con la acepción moderna de realización. Realizarse es un modo de satisfacción que temporalmente persiste mientras dura la ilusión racional del interés por lo conseguido. Como la razón tiende a aspirar a nuevas metas o bienes, la satisfacción perdura más o menos, tanto en tiempo como en intensidad, según el valor que en cada momento la persona confiera al logra alcanzado.
Un pequeño cuadro resumen entre estos distintos sentimientos de satisfacción en el ser humano podría establecerse así:
SENTIMIENTO DE SATISFACCIÓN ORIGEN PERCEPCIÓN DE LA CAUSA EFECTO TEMPORAL placer percepción sensible o imaginativa conocimiento de la causa - efecto dura mientras actúa la causa realización actividad racional con conocimiento posterior al efecto persiste mientras permanece el interés felicidad intuiciones espirituales creativas desconocimiento de la causa - efecto temporalmente estable