PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 53                                                                                          NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2010
página 9

BOLSAS SUPERFLUAS

 
Las  crisis ponen de relieve que la humanidad no domina la técnica económica con perfección, pues, fuera de las perturbaciones que puedan sobrevenir por desastres naturales, los retrocesos en el bienestar y los mercados derivan de la deficiente gestión de las estructuras productivas y de su adecuación a las necesidades reales de la sociedad. Algunas de esas dificultades provienen de que el mercada de lo superfluo ocupe una posición desproporcionada en el consumo, de modo que, sobreviniendo las dificultades económicas, su restricción repercuta en una paralización de determinados sectores de actividad que agudizan las crisis hasta que los mercados se recomponen de un modo más adecuado.
Existe un principio de razón práctica que hace que, cuando se experimenta una peor perspectiva económica, se reduzca en primer lugar aquellos gastos que no se consideran necesarios para seguir disfrutando de un grado de bienestar aceptable. Como estos bienes de los que se prescinde son generalmente los mismos para todas las familias, el conjunto de su reducción hace que determinados sectores de la producción entren en crisis, originando el cierre de fábricas y despidos masivos de trabajadores. Cuánto más presencia tiene en una sociedad esos sectores de producción, más grave será su repercusión sobre la estabilidad de la economía.
Cuánto más desarrollada está una sociedad, más presencia tiene el consumo de bienes superfluos, cuyo consumo masivo representa para muchos el signo del progreso, aunque de ellos sólo constituyen un índice real del mismo los que repercuten en las mejoras de las disposiciones para trabajar y rendir un beneficio directo sobre la sociedad. Así las inversiones en mejor atención a la salud o educación familiar, aunque no llegaran a considerarse imprescindibles, pues directamente influyen en una, más o menos futura, rentabilidad social. Otros bienes, sin embargo, se consumen sin otro objetivo que el capricho ocioso o marcar un rango de estilo, de acuerdo a unas tendencias preconcebidas por el interés de los mercados. Esto, que constituye la base más radical del consumismo, es lo que en gran medida potencia las crisis económicas.
El consumismo como estrategia de mercado presenta dos características: 1ª Crear una necesidad. 2ª Facilitar la financiación para satisfacer la necesidad. Del mismo se beneficia un mercado productivo y un mercado financiero. Cuanta mayor es su presencia en un colectivo social, tanto mayores son los beneficios de los promotores del consumo, y sólo sobre las consumidores repercute una mejora en cuanto aquellos bienes generen directamente el bienestar. Sobre que la necesidad o ansiedad creada por la necesidad ficticia constituya un disfrute o bienestar se podría contrastar miles de opiniones, pero lo que si es cierto es que el consumismo incide directamente sobre una merma de la capacidad de ahorro familiar, que indirectamente es un índice real de riqueza y estabilidad de la disposición para apuntalar el consumo de los bienes necesarios.
Cuando la inflación de la economía consumista es desproporcionada respecto a la economía de la digna subsistencia, se crean bolsas en la producción y mercado de burbujas superfluas de bienes innecesarios en oferta, que cuando amenaza una crisis financiera, real o sicológica, estallan afectando a la economía global de la sociedad. La caída del consumo y la producción se hacen explícitamente patentes, mayorando la crisis, porque realmente no constituían sectores racionales de la economía, sino burbujas coyunturales, que sobre la irracionalidad del consumo prestan la apariencia de un crecimiento que la naturaleza de la ciencia cíclicamente vuelve a poner en su sitio.
De la gestión económica de la sociedad y tolerancia con los mercados de ocasión de las bolsas superfluas deberían ocuparse los Estados y los organismos internacionales, para que la planificación pueda advertir de las crisis venideras mucho antes de que el efecto liberalizado de los mercados se lucren con la desestabilización de las ingenuas economías familiares.