PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 55                                                                                          MARZO - ABRIL  2011
página 9

PERFECCIONISMO Y DESAFECCIÓN PERSONAL

 
Una parte de las depresiones que padecen algunos ciudadanos del mundo más desarrollado procede de una dasafección personal, por la se pierde la estima que se deberían a sí mismo, de modo que, no queriéndose como son, se genera  un autorrechazo, por el que alguien  pierde el gusto por las cosas en las que anteriormente encontraba satisfacción.
Del mismo modo que se puede perder la aficción a las cosas y puede decaer el afecto que se tiene a otras personas, y así se abandonan hábitos y se desvinculan relaciones, cuando uno pierde la estima propia, se debilita la regulación de la mente sobre las conexiones orgánicas internas por la falta de interés en realizarse. Este descontrol puede manifestarse en el orden de la alimentación, del trabajo, del ocio, del sueño, etc. Manifestaciones que se exteriorizan muy posteriormente a cuando la sicología personal lleva tiempo afectada.
La causa del desafecto personal proviene del debilitamiento de la propia consideración, si es que la ha habido, o del no quererse a sí mismo porque el carácter o la personalidad que uno observa como propia dista mucho del ideal que se admira. Una posible razón de esa pérdida de la confianza en sí mismo puede tener su origen en el celo por la perfección, que hace tomar en exceso los propios errores en el ejercicio de las relaciones sociales, de las aplicaciones profesionales o de la justificación interior por la que se aprecia cómo hay muchas cosas que se escapan del control deseado y su resultado insatisfactorio pesa desproporcionadamente sobre la mente. Muy posiblemente en el juicio ajeno, que mide más objetivamente los aciertos y fracasos, esas personas tienen mucho reconocimiento, porque sus errores son muy pequeños respecto a los éxitos, pero quien posea una conciencia perfeccionista la poseerá orientada de tal modo que sólo evaluará lo que resta para la perfección, por lo que permanentemente vivirá en el desconsuelo del objetivo inalcanzado.
Dado que el perfeccionismo puede ser considerado como una deformación de la objetividad de la perfección posible que se puede alcanzarse al obrar, su corrección precisa de la rectificación en la personalidad de esa falta de objetividad que no calibra que la necesaria estabilidad sicológica para seguir haciendo el bien que hace no puede ser apagada porque se pudiera haber logrado superar el rango de perfección de la propias obras.
Un camino para la rectificación puede provenir de la consideración sobre la eficacia de la vida personal, como método de ayuda al afianzamiento de la estima de la propia personalidad, mediante la evaluación preferente del cuántas cosas se hacen bien, lo que ayuda a mantenerse el afecto sí mismo tanto como se tendrá a cualquier otro a quien se reconoce que hace algo bien. Esa utilidad que sigue al bien hecho dignifica de por sí un sentido del ser humano que no debe ser ignorado, sino todo lo contrario, muy estimado como realización de la propia personalidad. El error del perfeccionismo está en que sólo se advierte el defecto, porque en cuanto más inteligente se es, se aprecia la incorrección con mayor facilidad, pero ello no debe ensombrecer todo lo demás que se ha hecho aceptablemente. Mejorar debe ser un objetivo de toda persona, y para ello se recurre a pararse a meditar sobre los propios actos, así, cuanto más se desarrolla la mente más preparada está para obrar mejor, pero también para conocer lo que aún puede perfeccionar, aunque esto no debe oscurecer aquello, porque provocaría retroceder en vez de avanzar. Quererse con defectos no supone querer los defectos, que es lo que parece daña la conciencia del perfeccionista, que considera cómo sus deficiencias forman parte de su ser, cuando los defectos constituyen lo que aún no se ha logrado ser.
Quererse forma parte de esa higiene mental que se debe fomentar, porque ayuda mucho a la estabilidad emocional, pues es difícil amar a los demás sin la experiencia de amarse a sí mismo. ¿Cómo alguien va a comprender y disculpar los errores ajenos si no ha experimentado perdonarse a sí mismo? La desafección personal es el inicio del oscurantismo y la intolerancia, y estas consecuencias muchas veces son el indicio de la necesidad de detenerse a meditar sobre la estabilidad de la propia mente.