PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 56                                                                                          MAYO - JUNIO  2011
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WE CAN´T

 
Cuando el Presidente Obama construyó su campaña electoral desde la proposición we can, estaba animando a los ciudadanos a la esperanza de que con su dedicación y tesón podrían contribuir a surgir de la crisis como la sociedad puntera que durante un siglo lleva siendo USA en el mundo. Ese poder radica en la decidida determinación del pueblo para superarse a sí mismo desde la conciencia de regeneración nacional. Es muy probable que sólo una gran potencia se permita asegurar que su poder no está limitado sino por su buen hacer, con independencia de cuanto acontezca más allá de sus fronteras.
Para la gran mayoría de los países del mundo su discurso racional habría de ser we can´t, ya que su futuro se enfrenta a la constricción que los puedan someter los Estados dominantes. Es cierto que los límites del desarrollo los marcan el esfuerzo en la producción y la iniciativa en el comercio, pero cuando los intereses emergentes chocan con los de los dominantes, la posibilidad del progreso de los primeros queda a merced de la decisión de los segundos. Hasta cuánto estos últimos respeten las legítimas reglas del juego internacional determinará en gran parte el poder o no poder de las aspiraciones de otros pueblos.
We can´t pueden entonarlo también muchos movimientos de reivindicación de causas justas en el mundo cuando alguna de las grandes potencias hace valer su privilegio de veto en la ONU para evitar la condena global a una política de arbitrariedad o injusticia sostenida por un Estado aliado a sus intereses estratégicos. El desenfado con que se aplastan algunas de esas reivindicaciones contribuye al escepticismo con que la sociedad contempla los vaivenes en el derecho internacional, siempre sometido al criterio e interés de las ideologías militarmente dominantes.
We can´t es la conclusión de muchas naciones cuya estructura laboral y comercio se encuentran realmente empeñadas al dictado de los mercados internacionales que imponen las normas de exclusión para quien estorba sus intereses especulativos. Quienes aspiran a un economía más justa, sufren el desengaño de que la globalización de los mercados no auspician una economía más libre, sino una economía dirigida desde centros de poder ajenos que reducen el margen de proyección de cada economía nacional.
We can´t representa la frustración política de quienes desearían un desarme global que alejara de por vida el riesgo de la amenaza nuclear. Es statu quo, que pretende proteger como derecho consolidado a poseer armamento nuclear a un club selectivo de Estados, chocará constantemente con las aspiraciones defensivas de aquellos países emergentes que alcancen un desarrollo económico capaz de afrontar los retos de inversión en tecnología militar.
Pero el we can´t más radical es el que afecta a los miles de millones de personas que no tienen esperanza de salir del círculo de la pobreza radical y la marginación sanitaria, porque su perspectiva personal carece de porvenir cultural, social y económico. Desheredados en sus propias naciones, millones y millones de personas carecen del mínimo recurso en el cual apoyarse para progresar. Sin perspectiva de inversión y sin capacidad de migrar, no pueden sino, en el mejor de os casos, esperar morir sin violencia. Sus tierras, al no haber sido explotadas, pueden guardar riquezas naturales que tientan la ambición de los mercenarios de los poderes fácticos a exterminar a los autóctonos para imponer su control.