ESPÍRITU Y MENTALIDAD
El espíritu de alguna operación creativa es aquella que recoge la intuición más genuina de lo que quiere ser. Su aplicación siempre se mediatiza por la mentalidad del creador, que tiene que interpretar según la capacidad de su mente aquella intuición, de modo que en su realización queda reflejado el espíritu según las especificaciones sensibles que refieren la mentalidad del autor.
El espíritu puede perseverar indemne a través de los siglos, porque, por su naturaleza inmaterial, no está afectado por las determinaciones que toda materialización debe sufrir para ser representada y hacerse accesible a los sentidos que permitan su comunicación. El espíritu es, y su ser puede comunicarse como una intuición, que puede ser percibida por un alma creativa, pero esa percepción, que puede ser común a varias personas, no puede comunicarse entre ellas sino según la mente personal que la interpreta, el que, una vez traducida a algún lenguaje, puede hacerla objeto de consideración. Esta mentalización del creador genera la diferencia entre espíritu y obra. El primero traspasa la personalidad del autor, para identificarse con la inspiración, que puede incluso carecer de estructura de realización en el alma de esa persona.
Recibir un intuición espiritual y objetivarla como realidad intelectual es tarea de la mente, que ha de trabajar según su saber, formado sobre el conjunto de ideas adquiridas. Es probable que ello no agote toda la experiencia espiritual recibida, quedando el espíritu con la insatisfacción habitual de no saber transmitir de pleno la inspiración. Lo que de ella se puede objetivar seguirá siempre la mentalidad propia de cada intelecto, cuyas representaciones serán conforme a las ideas que posee.
La mentalidad personal limita el que las intuiciones espirituales se hayan de expresar de acuerdo al conocimiento adquirido de una cultura y una época; por mucho que la obra creativa se esfuerce en proponer ideas nuevas, siempre éstas estarán limitadas a las posibilidades de interpretación que posea el lenguaje.
La mentalidad prospectiva es una característica de la mente que se sigue de la experiencia intelectual que se alimenta de continuas y nuevas intuiciones, de lo que resulta el progreso de las ciencias y las artes, pero ese avance está limitado por la necesaria racionalización de las intuiciones, lo que se ajusta a la capacidad de la ordenación mental.
Como la mentalidad de cada persona, por muy abierta que sea, está conformada por el conocimiento adquirido, toda la racionalización de las intuiciones se ajustan a unos parámetros de cultura y tiempo, lo que no impide que el espíritu creador los supere en su experiencia interna como una sensación o un sentimiento; aunque para su difusión social debe ajustarse no sólo a lo que una mente privilegiada fuera capaz de interpretar, sino a lo que las mentes receptoras sean capaces de asumir. Al menos toda creatividad, si tiene un fin social, o sea, que trascienda la propia personalidad del creador, se encuentra limitada no sólo por la mentalidad del autor, sino también de la mentalidad del grupo social en el que se proyecta. Lo que no impide que, en el espíritu que se alimenta de una intuición, ésta quede implícita como una sabiduría que pueda ser interpretada desde el estudio mental de lo transmitido, en un tiempo posterior.
Las aportaciones que la indagación intelectual revela sobre contenidos de verdad que rebasan las manifestaciones intelectuales de muchos sabios, ponen de manifiesto que muchas experiencias novedosas del pensamiento yacían implícitas en aquellos espíritus. Eso debe aprobar la libertad de espíritu para considerar que entender ese espíritu aplicado con los progresos de la cultura no debe considerarse una vulneración de aquella obra, sino más bien reconocer la pervivencia del espíritu y sus posibilidades de realización más allá de la limitación de la mentalidad con que pudo ser transmitido.