PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 57                                                                                          JULIO - AGOSTO  2011
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JUSTICIA Y MISERICORDIA DIVINA

 
Las dudas en religión son muchas cuando se tiene que aceptar una doctrina, y no siempre los teólogos aciertan a explicar a los fieles de forma clara aquellas cuestiones de la fe que inquietan los espíritus. Tengo una amiga que no logra conciliar el que de Dios se diga que es justo y que al mismo tiempo se predique de Él que es misericordioso, porque el juez se debe al rigor de la justicia, sin que deba ablandar su sentencia la compasión por la debilidad del acusado.
La misericordia en Dios se puede definir como la aplicación de su amor con el pecador. Para quien en su esencia se confunden ser y amor, ni puede dejar de ser, ni puede no amar, por ello Dios no puede dejar de ser causa de la existencia de cada hombre, ni puede dejar de amarlo, aunque el ser humano le ignore o deteste. Cuando una persona peca, o sea, que obra voluntariamente contradiciendo la ley de Dios, Dios no mira hacia otra parte para ignorar el pecado y poder seguir amándole, sino que asumiendo el error en el que se haya esa persona le envía su ayuda, la Gracia, que ilumina a la razón humana mediante la intuición espiritual aclarando el discernimiento del conocimiento y fortaleciendo la voluntad, para que se arrepienta. Este modo de actuar es el que reconocemos como misericordia divina.
La justicia de Dios no se realiza en castigar al pecador, sino en respetar la libertad humana, de modo que el pecador que no se arrepiente, sino que permanece en el conocimiento y voluntad de lo opuesto a la enseñanza de Dios, es respetado por Él, porque el respeto a la libertad humana, aunque se use para no obrar el bien, forma parte del amor de Dios. Aplicar la justicia es dar a cada uno su propio derecho, y si al hombre se le reconoce la moral, que le hace responsable de sus actos, es porque su naturaleza se asienta sobre el derecho de obrar con libertad. La expresión máxima de la justicia en Dios no está en castigar sus obras, sino en respetar la propia obra de haber conferido al ser humano el derecho a la libertad. La justicia de Dios se muestra en respetar el "derecho" del hombre a distanciarse del bien, aunque ello le conduzca a la contradicción con Dios, lo que representa la perpetua condena de su alma a odiar ser amado de Dios.
La misericordia y justicia no se oponen en Dios, sino que se realizan como dos perfecciones o virtudes divinas. Entenderlo no sólo sirve para conocer mejor a Dios, sino también para considerar lo que de ello debería trascender en la humanidad.