PRIORIZACIÓN MENTAL
Uno de los juicios del conocimiento sobre la libertad humana se debate sobre cuál sea la preeminencia en la mente sobre las respuestas a los estímulos externos, pues que sean las condicionadas reflejas, las sensoriales o las intelectivas van a determinar el margen en el que domina la voluntad libre o determinada en el ser humano. Esta prioridad en el tipo de respuestas no es uniforme en todas las personas, ni regular regular en todos los actos de cada persona, sino que existen parámetros que permitan modular la preeminencia de unas sobre otras.
Los reflejos condicionados gozan del primer lugar en la preeminencia de las respuesta, por su propia naturaleza refleja y no reflexiva. Dado que la reflexión exige un periodo de análisis, su tiempo de respuesta es siempre mayor que la respuesta refleja, la que por naturaleza se impone de modo inmediato y anterior a que pueda generarse una consideración mental sobre su conveniencia. Los reflejos directos se producen por la respuesta inducida por el sistema nervioso a una percepción determinada, y los reflejos condicionados corresponden a respuestas memorizadas sobre condiciones de situación por reiteración sucesiva de práctica. De estos dos tipos, la mente prioriza los primeros sobre los segundos, aunque la actualización de la primera respuesta no condiciona a la segunda, salvo en lo físico, dado que la memorización de la respuesta condicionada ya se hizo computando la realidad de la ejecución del reflejo directo.
La posibilidad de incorporar reflejos condicionados es tan amplia como las actividades humanas que se ejercen con regularidad, de modo que las respuestas mentales se van imponiendo en tanto en cuanto que la memoria las reconozca como reacción habitual a un impulso externo reiterado. La calificación de la mente en la memoria como respuesta prioritaria está en función del número de veces de una misma reiterada respuesta y de la variación de las reiteraciones en el tiempo, tendiendo a imponerse las más próximas al momento de actuar sobre las más antiguas, aunque la importancia de unas y otras hacen que el movimiento reflejo condicionado sea sorprendente.
Las respuestas reflexivas presentan una amplia variación desde las más simples a las muy complejas, según el proceso de computaciones y valoraciones que haya de realizar el conocimiento para valorar la imputación exterior con sus correspondientes análisis de situación y respuesta más adecuada. Estas valoraciones exigen una secuencia temporal que depende de la agilidad mental de cada persona, lo que hace que la mente haya organizado reflejos condicionados o memorizados para actuar en emergencia y para moderar el reiterado esfuerzo computacional. No obstante, la reflexión valora si los actos de respuesta condicionados han sido los adecuados de acuerdo a la respuesta racional que en ese momento daría el individuo. Ese procesamiento de corrección de los reflejos condicionados a veces no es sencillo, por la raigambre mental de éstos, y es uno de los factores que va a medir el grado de dependencia de la libertad individual.
Los reflejos condicionados pueden identificarse tanto con los hábitos de obrar de un individuo, como con las pasiones. En el primer caso formarían parte de la personalidad, en cuanto que se han instalado en el modo propio de ser en función de la actitud de la conducta para elegir unas determinadas respuestas a unas concretas motivaciones externas. En el segundo, las respuestas pasionales se las puede considerar vinculadas al carácter innato de cada persona, cuya genética determina modos de ser que inducen respuestas reflejas en la configuración cerebral de la mente. Mientras que las respuestas condicionadas por hábitos en la mente se pueden modificar según evoluciona la personalidad de cada individuo, las condicionadas como pasiones permanecerán en la mente durante toda la vida, pues su naturaleza genética sólo se altera por las variaciones que la misma pueda tener en función del envejecimiento celular.
Esta preeminencia de respuestas de los reflejos condicionados en la mente no sólo se manifiestan en la prioridad secuencial respecto a las respuestas reflexivas, sino que para asegurar el efecto de su preeminencia operan con procedimientos en la mente dirigidos a bloquear o retardar la respuesta reflexiva, de modo que se imponga el dominio primitivo de reacción mental sobre el más elaborado, el que se corresponde con el ejercicio intelectual.
Ejemplo de como la mente actúa según el proceso expuesto es el modo de respuesta a la interpelación oral, en el que cabe marcar el siguiente itinerario: 1º Interjección: reflejo directo. 2º Reposición visceral: reflejo condicionado pasional. 3º Respuesta de compromiso: reflejo condicionado habitual. 4º Explicación: Reflexión mental. Esa es la razón de que la persona con frecuencia se vea obligada a corregir o lamentar la respuesta dada.
El dominio de la persona sobre su propia mente se manifiesta en gran manera en que sea capaz de hacer que sus respuestas prioritarias sean las reflexivas, lo que sólo se logra por el trabajo intelectual sobre la mente para que los reflejos bloqueen lo menos posible las respuestas reflexivas. Para ello es de gran ayuda el trabajo sobre el dominio mental de los reflejos condicionados, valorando los propios hábitos y esforzándose en reconducirlos según las prescripciones del propio intelecto.