PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 59                                                                                         NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2011
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CONOCER EL FUTURO

 
Las pasiones intelectuales del ser humano, una vez ha conocido que conoce, es saber acerca de los límites del conocimiento. Una de esas consideraciones trata sobre si le es posible conocer el futuro, pues el conocimiento del presente es objeto propio inmediato de la razón, y del conocimiento del pasado se alimenta por el estudio de la historia, la antropología, la espeleología, la paleontología. la cosmología y demás ciencias de la naturaleza.
Saber sobre el futuro, aunque sea un conocimiento incierto, constituye algo que no sólo puede satisfacer la curiosidad intelectual, sino que forma parte de la organización humana en cuanto prepara su hábitat del mañana. Así, el urbanismo, la sociología, la medicina... trabajan para sentar bases en la actualidad para el devenir, de modo que sin conocer lo que será el futuro se predice intelectualmente trabajando para tal fin.
Desde al ámbito de la ciencia metafísica, el conocimiento del futuro depende de dos realidades: La determinación y la indeterminación. Por la determinación de una causa se puede conocer su efecto futuro. Pero, cuando una causa es indeterminada, o sea que es una causa que en su efecto de causar tiene un componente creativo, su efecto no puede conocerse porque esa propiedad creativa puede generar efectos diversos. De las leyes físicas de la naturaleza, que siempre siguen efectos determinados para cada causa, por lo que se les reconoce el carácter de ley, descubierta la función de la ley se pueden saber los efectos que se darán por la pertinencia de la causa. La dificultad que ocurre para aseverar el conocimiento del futuro según la determinación de las leyes físicas radica en la interacción de las causas, de modo que como unas leyes influyen en el cumplimiento de otras, sin tener el conocimiento total de todas las leyes físicas es imposible asegurar con razón el futuro, porque el conocimiento que se tiene de lo que sucederá puede ser modificado por aquellas leyes físicas que aún se desconocen.
En lo que afecta a las causas indeterminadas, como puede ser todo lo que concierne a los actos libres de la humanidad, no se puede tener sino un conocimiento probable, constituido desde las tesis de que el comportamiento del ser humano sea de acuerdo a una estimación basada en el conocimiento de su antropología social, pero muy distante de que pueda representar una ley que garantice la realidad futura. Uno de los factores desestabilizantes para conocer ese futuro de las causas indeterminadas es que cada una de ellas puede obrar entre muy variadas opciones en cada uno de sus actos de vida, y aunque existan probabilidades compensatorias para estimar un comportamiento común general, lo cierto es que, como la influencia de los actos libres de unos pueden incidir sobre las decisiones de otros muchos, unas relativas pocas creatividades pueden exponenciar la variabilidad del comportamiento futuro. De hecho, por muy bien que se conozca unos mismo, ni siquiera puede concoer con certeza su futuro, y ni siquiera, las más de las veces, conseguir realizarlo según su planificación.
Uno de los debates clásicos de la metafísica respecto al conocimiento del futuro es si Dios realmente puede conocerlo. Definir a Dios para ello es esencial, pues si se acepta por definición que Dios es quien conoce al pasado, el presente y el futuro no cabe consideración de razón. Admitiendo la definición de Dios, dentro del ámbito metafísico, como causa primera del ser y la existencia, cabría desde ahí considerar si el conocimiento pleno y perfecto del futuro le es pertinente. Del conocimiento del futuro debido a las causas determinadas sí se puede afirmar que Dios conoce el futuro como realmente se darán, pues siendo causa primera que causa la determinación de cada una de ellas, según la ley que le es propia, el conocimiento de cómo se realizarán está determinado por lo que son, y quien conoce la ley de su existencia conoce la determinación de su porvenir. Si Dios como causa primera conoce las interacciones posibles de todos los seres, puede conocer, por conocer los comportamientos futuros de cada uno de ellos, en un mismo acto de conocimiento el futuro cosmológico del conjunto de todos ellos.
El problema del conocimiento pleno del futuro por Dios se complica cuando se ha de analizar si puede conocer el futuro dependiente de las causas indeterminadas, cuya esencia propia es obrar con libertad y creatividad. Si la iniciativa de ejercicio corresponde a las causas segundas, para que exista en éstas auténtica libertad la causa primera no puede concoer cómo obrarán más allá de la posible intuición en razón de sus actos pretéritos. En esto el conocimiento del futuro en Dios sería similar al de los humanos, que pueden presagiar comportamientos futuros en razón de los actualmente conocidos, lo que es un conocimiento probable, pero no real. Quizá la diferencia de la intuición en Dios respecto a los hombres radique en que por la perfección de su conocimiento pueda tener una mayor aproximación a la posible futura realidad.
La conclusión de esta tesis que desde la metafísica se puede dar respecto al conocimiento del futuro en Dios no contradice su perfección como causa primera, pues no conocer el futuro, o sea lo que aún no es, no supone una defectibilidad del conocimiento, pues la perfección de éste radica en saber acerca de la realidad, lo que tiene ser y existencia, en su más completa identidad. Desconocer aquello que no es, y que podrá ser de acuerdo a la libre decisión de una causa segunda, no sólo no merma la credibilidad de la causa primera, sino que refuerza la tesis de que la creatividad de la causa primera, igual que las causas segundas, sostiene su propia libertad de ejercicio.