11 S ¿PRINCIPIO O FINAL?
El décimo aniversario del ataque terrorista de Al Qaeda contra los rascacielos de New York vuelve a poner en actualidad si este atentado contra la población civil constituye el principio de una forma de guerra sin ejército, o el fin de tolerar como parte de toda guerra el factor político del exterminio de la población civil.
Hasta el siglo XX las guerras se dilucidaban por el enfrentamiento de los ejércitos en el campo de batalla. Ello al menos en teoría, porque también los asedios a las ciudades formaban parte de unas guerras en las que los ciudadanos padecían hasta la extenuación hambre y sed. Tras la gran guerra de la segunda década del siglo pasado, con el desarrollo industrial bélico de la artillería y la aviación, los políticos vislumbraron cómo el ataque a las poblaciones civiles en la retaguardia podían, a través de sembrar el terror en los ciudadanos, debilitar la resistencia de la nación y favorecer, sin enfrentrse cara a cara en el frente de batalla, la posición de dominio por el terror al exterminio de la población civil. Así la alianza Franco-Hitler planeó bombardear la ciudad de Gernika en día de feria de mercado, posiblemente la primera acción terrorista de la guerra moderna. Siguieron, en la guerra mundial, los bombardeos sobre la ciudad de Londres con aviones o bombas autodirigidas. Las respuesta bélica fue más bombardeos de destrucción de ciudades alemanas, y el límite del terror la aniquilación completa de la población civil de las ciudades de Jirosima y Nagasaki. El heroísmo militar había dejado paso para la victoria en la guerra al terrorismo contra la población civil, cuya logística dejaba en manos de pocos aniquilar a muchos, lo que empezó a revolucionar el concepto mismo de guerra.
Considerar el ataque a las Torres Gemelas como un punto de inflexión en la estrategia de los conflictos armados admite considerar si la respuesta internacional de condena al terrorismo incluye el ejercicio de esas acciones dentro de la guerra, y por tanto denunciar la violencia contra la población civil, o si la inflexión marca la escalada y consolidación generalizada del terrorismo como la forma propia de la guerra del siglo XXI.
El desarrollo tecnológica puede augurar una escalada sin fin del terrorismo, porque la capacidad de provocar masacres civiles está al alcance de más manos, permitiendo conspirar en la sombra una guerra de desgaste contra las estructuras políticas por la erosión de la seguridad y confianza de los ciudadanos.
Muy posiblemente el juicio mayoritario del siglo XXI se consolide en la condena rotunda de toda acción bélica contra la población civil, algo que no se hizo en el siglo pasado y ahora se comienza a juzgar como crímenes contra la humanidad. De lo contrario, dado que el terror engendra terror, se hace difícil adivinar el final de la espiral de respuesta cuando cada vez más medios de destrucción masiva están al alcance de unos pocos desaprensivos de la justicia y el derecho.