PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 59                                                                                         NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2011
página 10
 

LA CRISIS COMO SOLUCIÓN

 
Culpar a la crisis del malestar social sobrevenido por las circunstancias sólo tiene sentido cuando la generación de esas crisis derivan de accidentes de la naturaleza imprevisibles e incontrolables. En los otros casos en que la crisis es consecuencia de las deficiencias de los sistemas diseñados, de las carencias de regulación, de las imprevisiones, del mirar cortoplacista, por deficiencias de planificación... no es el problema, sino parte de la solución. Puede asimilarse la crisis a la fiebre para el organismo humano, que se genera como defensa ante la enfermedad, siendo sintomatología del mal, posible remedio y aviso del necesario diagnóstico de la situación. Por más que cueste padecerla, forma parte de la resolución.
La sociedad es un complejo marco de relaciones e intereses de cuyo bien hacer se va a seguir un grado de bienestar y satisfacción para los ciudadanos, pero las consecuencias de esas relaciones le implican a cada uno de ellos de dos maneras distintas: Una, de un modo directo y personal, según la responsabilidad invertida en el buen funcionamiento de las relaciones inmediatas. Otra, de modo indirecto, según el comportamiento global de todas las relaciones que se dan en cada sector de la humanidad. El acierto o desacierto en las primeras cae bajo el control de particular. Las consecuencias de las segundas se escapan al control individual, e incluso de los Estados y hasta del acerbo del saber de las ciencias sociales. Las consecuencias para el desarrollo y bienestar de las personas van a estar ligadas a cómo se gestione globalmente la producción, la fiscalidad y las finanzas. Se precisa que exista una planificación económica a nivel de célula familiar que prevea el sostenimiento equilibrado del hoy y mañana, y una economía estatal e internacional que planifique a largo plazo las posibles variables que puedan incidir en la estabilidad de los ciudadanos.
Como la inteligencia humana no es perfecta, ni están en la gestión política los más capacitados, surgen incidencias por desafortunadas planificaciones, por desajustes en la responsabilidad de los comportamientos o por la ambición particular o sectorial que originan las crisis, esos periodos de desconcierto entre las previsiones de los políticos y la realidad comercial, laboral y económica que hacen temblar la  confianza de las personas en la seguridad social. Si el mercado laboral se cierra, el comercio se desajusta y las sociedades financieras quiebran, todos los ciudadanos quedan afectados, aun aquellos que en su economía doméstica han hecho las cosas con rigor.
Las crisis evidencian normalmente hábitos erróneos implantados en la sociedad, como puede ser un consumo irresponsable, un endeudamiento excesivo, el relajación de la productividad, la carencia de tecnificación, el proteccionismo..., o alteraciones sobrevenidas a la sociedad, como el envejecimiento de la población, la deslocalización, las corrientes migratorias, las guerras... Las crisis denuncian la necesidad de rectificación, y suponen el margen de tiempo en el que aún existe posibilidad de enmendar el deterioro de los hábitos políticos para no hundirse en la depresión. En la medida que la crisis afecta directamente a los ciudadanos, les advierte de una realidad con frecuencia ocultadada por los políticos, porque los ajustes presupuestarios distancian a los gobernantes de sus electores, arrecia la crítica de la oposición y enfrenta la soberanía con los poderes fácticos que la mediatizan. Ese despertar de responsabilidad de la población es quizá la contrapartida de la crisis a un estado de deterioro progresivo del tejido económico que se autodestruye por la inadaptación de las estructuras a la realidad cambiante. La celeridad en realizar un certero análisis de la crisis y aplicarse a rectificar las estructuras afectadas, aunque duela, es el antídoto adecuado para superarla. Como las enfermedades, la crisis supone que el mal da la cara, lo que hace prevenir de su estado al enfermo, por muy desagradable que siempre sea. Advertir sus indicios y diagnosticar su profundidad es lo que librará a la sociedad de muchos males mayores.