PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 6                                                                                                   ENERO - FEBRERO 2003
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EUROPA DEL BIENESTAR, ¿O SOLIDARIA?






La caída del muro de Berlín y la reunificación alemana ha dejado patente que la expansión del bienestar de la Europa del desarrollo no se puede simplemente trasplantar a los países vecinos, sino que sólo de un gran esfuerzo económico se puede seguir la equiparación de riqueza para unos estados con economías muy deficitarias.

A la cabecera de Europa, Alemania ha dado una vez más ejemplo de empeñarse en el proceso de la reconstrucción de la zona este, aunque para ello la rica zona occidental haya tenido que asumir en sus hábitos de bienestar el costo de la disminución de sus rentas.
La incorporación a la UE de diez nuevos estados no debe realizarse ocultando que esa ambición política supondrá para los actuales ciudadanos de la Unión un considerable esfuerzo económico que se materializará en una disminución de las rentas disponibles para las aplicaciones sociales menos urgentes.
La sociedad del bienestar, panacea predicativa de los gobiernos y percepción íntima de los ciudadanos en las últimas décadas del pasado siglo, puede que tenga que ser reinterpretada a luces de una mayor solidaridad. El problema se puede plantear, no obstante, si el contribuyente no asimila el fundamento de la pequeña inflexión que durante años pueda sufrir su perspectiva de bienestar.
El hábito a todo el paradigma de beneficios que hemos venido a denominar sociedad del bienestar no es fácil de desdeñar; ha adquirido la condición de derecho y se ha instalado en la mentalidad de quienes en último término con su voto apoyan políticas más o menos solidarias.
El reflejo en las urnas de las últimas elecciones generales en la república alemana, ha mostrado como no ha sido del todo asimilado el gran esfuerzo de solidaridad con la zona oriental, cuyos frutos, quizá, tarden algunos años en consolidarse. También, desde nuestra perspectiva centroeuropea, muchos hemos percibido el posicionamiento de algunos estados del sur a consolidar su situación de beneficiarios de los fondos estructurales sin asumir los condicionamientos de la nueva situación.
Puede ser el momento propicio para que en la UE se proceda a un análisis reflexivo, connatural con nuestra cultura. Solidaridad supone no solamente un movimiento de la conciencia, sino también la disposición de la voluntad para comprometerse en programas de ayuda y promoción con quienes precisan esa colaboración. Solidaridad supone compartir comprometiendo algo del bienestar conquistado.
La identificación del ciudadano con la política de solidaridad es muy probable que no sea efectiva sin que culturalmente se promocione que el ejercicio de la justicia y la solidaridad son dimensiones propias del bienestar espiritual, tan necesario como el material. Corrientes consumistas y materialistas desdibujan el bien que se sigue de la asunción de responsabilidades. Reducir las vacaciones, jubilarse algún año después, colaborar como voluntario en acciones sociales, reducir el gasto en atuendo personal, no incrementar el nivel de inversión mobiliario, y muchas otras pequeñas privaciones apenas son nada con la proyección de beneficio que esas rentas reportan en países con más necesidad.
Al comienzo del nuevo siglo y en la perspectiva de una refundación de la UE ampliando sus límites a su espacio natural, es el momento propicio para asentar la filosofía de nuestra sociedad: hagamos que nuestro mayor bienestar sea la aportación colectiva a la paz mundial con una política articulada sobre la solidaridad continental e internacional.