PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 62                                                                                        MAYO - JUNIO  2012
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INDEPENDIENTES MARGINADOS

 
Uno de los grandes débitos de la sociedad con los ciudadanos es la marginación de todos los que procuran preservar su independencia. Sea en la política, en la justicia, en la sindicación, en las corporaciones profesionales, en las confesiones religiosas, en la enseñanza, en las artes, etc. a quien mantiene como un valor la independencia de su pensamiento, sin alinearse o someterse a las ideologías constituidas, el sistema social le margina porque, lejos de lo que cabe esperar del progreso en libertad de la sociedad, las estructuras de poder siguen ejerciendo un control férreo de todos los resortes de la sociedad.
La independencia ideológica es una de las mayores manifestaciones de la libertad, posiblemente la única, porque lo propio del entendimiento humano es adherirse a aquellas proposiciones que le garantizan credibilidad por sus contenidos de verdad, pero esa adhesión se mantiene en cuanto la reflexión sobre las condiciones de verdad no alteran la credibilidad, de modo que se genere una reconsideración intelectual. Desde esta ponderación, todas las personas admiten como un valor la independencia, pero en la aplicación práctica de la vida son muchos los que en algunas esferas de su actividad prefieren aceptar el interés de someterse a la disciplina intelectual de un determinado grupo.
En la sociedad actual está manifestándose el anhelo contenido de la mayoría independiente que denuncia escasez de oportunidades para construir una sociedad más libre, ya que los accesos a la promoción profesional, en todos los estamentos que guarden vinculación con la actividad pública, están controlados por los poderes fácticos que los administran según el interés de los respectivos grupos dominantes. De este modo grandes mayorías de ciudadanos se sienten marginados de su efectiva inclusión social en una sociedad en la que viven sin sentirse reflejados ni representados. Algunos hacen oír su indignación, pero la mayoría no saben trascender sus derechos sin alinearse con las formaciones políticas sociales existentes a las que denuncian por su expolio de la independencia desde el poder.
La teoría democrática ampara la independencia ideológica ciudadana como uno de sus valores raíces, para desde ella construir el Estado plural; pero la democracia real se encuentra con el muro de que, en la mayor parte de los Estados, los resortes del poder permanecen bajo el control de grupos bien determinados que se alternan según la deriva de las elecciones.
La revolución que propugnan los independientes muchas veces es tan indefinida que no casa con la necesaria estructura de un Estado, pero entre esa vaguedad de ideario existe una muy valiosa reivindicación de que la Administración de Estado sea menos política y más profesional, entendiéndola así en que exista mucha menos proporción de cargos designados en todos los niveles, incluso en los más altos, y una rotación dentro de los mismos, no otorgándose por filiación ideológica, sino en un marco de verdadera igualdad de oportunidades para todos los profesionales independientes que puedan acreditar su idoneidad.
Las alternativas políticas, que monopolizan gran parte de la vida pública de un país, se denuncian mutuamente la ilegitimidad en sus formas de control político de la sociedad, pero ninguna de ellas cuando alcanza el poder da los pasos necesarios para las reformas que favorezcan la promoción profesional de los independientes, en beneficio de fomentar una auténtica pluralidad representativa de la realidad ciudadana que limite la confrontación ideológica y la perpetua vigencia de los grupos de presión.