HONRADEZ EN LA ENSEÑANZA
Asumir la profesión de maestro o profesor supone un compromiso moral y ético importante. En primer lugar se encuentra el más difícil, que es el dar un ejemplo coherente con los actos propios de los valores en los que se está educando; luego está la certidumbre que se presta en lo que se está enseñando, para que pueda ser recibido con firmeza por los alumnos. Contrariarse uno mismo en cualquiera de esos puntos relaja la confianza de los alumnos y hace que la labor educativa se resienta. Puesto que ha sido más tratado el tema de la coherencia de la vida personal, se comentará a continuación algo en referencia a la forma de mostrar los contenidos de la enseñanza para que comuniquen certidumbre.
Todo alumno lo es en tanto en cuanto quiere aprender, y por ello tiene derecho a ser enseñado en verdad, lo que exige del profesor la ética para no defraudar esa inquietud y transmitirle los conocimientos tal como están desarrollados en su grado de credibilidad. Ello implica enseñar:Si no se tiene el hábito de advertir a los alumnos de esas diferencias, se puede caer en el error de que todo se presente como cierto, incluso las opiniones personales o las estimaciones probables, quedando afectada la ética debida al respeto a la verdad con los alumnos.
- Lo cierto como cierto.
- Lo personal como subjetivo.
- Lo científico como objetivo.
- Lo probable como probable.
Enseñar lo cierto como cierto ayuda a madurar la conciencia intelectual del alumno, pero ella podría quedar tocada si en algún momento de su vida descubre que aquello que se transmitía en la enseñanza con garantía de verdad no lo es tal. Valga el ejemplo de la diferencia de verdad que hay entre un teorema matemático y una tradición histórica. Si no se acotan las enseñanzas en su respectivo grado de certidumbre, se puede estar transmitiendo deficientemente, porque no se puede dar por hecho que el alumno va a aplicar eficientemente las medidas de corrección respecto al contenido de verdad que se deba conceder a cada materia.
Mostrar la subjetividad que puede difundirse en la enseñanza no debilita la autoridad del profesor, sino que favorece la formación de la conciencia del alumno en discernir lo subjetivo de lo objetivo, lo que, de lograrse, le reportará un gran beneficio para su futura tolerancia intelectual, y un recurso eficaz para comprender la diversidad en las relaciones sociales. Lo objetivo de la ciencia no se debe definir sino con el grado de probabilidad de verdad que la misma ciencia debe asumir, porque algunas veces la ciencia ha de corregirse a sí misma cuando nuevos factores hacen rectificar las conclusiones anteriores. Es cierto que la ciencia avanza en cuanto se concede credibilidad, aunque su saber debe ser reconocido como objetivo y probable verdadero, pero no siempre rotundamente cierto, como lo que no podría ser rebatido bajo ninguna condición.
Acostumbrarse a enseñar así puede ser algo dificultoso, pero garantiza la ética que debe guiar al buen maestro en enseñar a aprender, como mejor garantía del futuro saber.