EL LEGADO PERSONAL
La conciencia ética, que tan bien han promocionado los ecologistas, interroga a cada hombre que la atiende sobre su huella en la ordenada conservación de nuestro universo. Cada persona vive y pasa, pero su efecto sobre el ecosistema, aunque parezca infinitésimo, unido al de cada una otra determina la perspectiva de habitabilidad de un planeta que seguirá en la existencia durante millones de años, pero ¿con vida?
Contemplada la huella ecológica de esta manera puede significar un hecho cierto pero negativo, por lo que representa de contención de uso y gasto de los bienes naturales, y puede ser que esa perspectiva restrictiva haga que no incida con más rotundidad en la ética personal. Por ello es bueno considerar la huella ecológica, con toda su trascendencia, en el marco más amplio de la conciencia del legado personal que cada uno deja en el mundo. Quizás, por su pragmatismo, sea más ponderable la huella ecológica que otras trascendentes responsabilidades de los seres humanos, aunque desde la consideración de la ética tanto como la conciencia ecológica se ha de valorar la repercusión social, laboral, familiar, creativa... que deja toda persona. Se podría resumir el legado personal en dos valoraciones aplicables a cada aspecto de la existencia: La obra hecha y el ejemplo.
La vida laboral de cada persona refleja, quizá como ninguna otra dedicación, cuánto se ha dejado de bien para la sociedad, o cuánto se hubiera podido servir al bienestar común de la comunidad y no se hizo. La vida familiar evalúa la eficacia del ejemplo sobre los próximos, pues educa y trasciende ese ejemplo a las siguientes generaciones como no logra hacerlo las intenciones malogradas de simple benevolencia. El desarrollo de la creatividad representa la impronta con la que cada persona puede desarrollar aspectos de la naturaleza que caen bajo el ámbito de sus capacidades intelectuales y de cuyas realizaciones hace partícipes a los demás seres humanos. A veces esa creatividad recrea a unos pocos del círculo de la intimidad, otras veces su obra se divulga universalmente o trasciende a la historia como un hito de prosperidad. No puede obviarse la contribución a la paz o a la violencia que puede generar cada persona, y su repercusión sobre la dicha o el dolor de otros muchos. Del ejercicio de la justicia depende también el bienestar de todos aquellos con quienes se entra en relación. Así se podría seguir enumerando uno por uno los aspectos de la vida personal y su repercusión sobre la colectividad.
La historia no es más que la repercusión diacrónica del legado personal de toda la humanidad, aunque sólo algunos trasciendan con su nombres, su personalidad y su obra. Todos quienes han vivido han contribuido a que la historia haya sido como ha sido, porque muchas contiendas se hubieran podido evitar por la resistencia personal contra los dictados del poder. De los hábitos personales se ha podido generar conductas positivas y negativas sobre la salubridad del grupo, que se han podido difundir en el tiempo y en el espacio. La influencia de cada persona en la historia se hubiera podido pormenorizar si se hubiera investigado una a una, porque el bien legado es tan trascendente y tan desapercibido como la huella ecológica, pero no por falta de explicitud deja de ser un condicionante futuro.
Cada gota de agua que constituye los océanos sobre el planeta puede parecer despreciable o irrelevante, pero sin cada un de ellas en su conjunto no habría habido vida en la Tierra, dependiendo de su conservación la pervivencia de las especies vegetales y animales. De igual modo, de la trascendencia ética del legado personal depende el devenir de la humanidad, y la responsabilidad personal no puede ignorarse porque cada cual se sienta insignificante en el espacio y en el tiempo.