VOLUNTARIADO INTELECTUAL
La sociedad actual ha venido a considerar el voluntariado como una forma organizada de solidaridad que atiende lo que la protección social oficial no alcanza a cubrir. Esta mentalidad realmente tapa que en el mundo siempre ha habido voluntarios dispuestos a ayudar y socorrer a los demás, ya que siempre ha existido la ayuda mutua desinteresada que se sigue de que la solidaridad es un valor que prende cuando se practica. Así, habría que hablar de voluntariado más como una dedicación personal que como su sistematización en una estructura organizativa de la solidaridad.
Como todo trabajo conlleva un intercambio de servicios entre los integrantes de una comunidad, siempre puede encontrarse un algo de solidaridad en las relaciones laborales comunes, lo que anima la conciencia de realización, pero la obligación del trabajo, como medio de obtener los bienes necesarios para la supervivencia, distingue esa actividad laboral común de la que caracteriza al voluntario, cuando los beneficios que se obtienen repercuten principalmente en beneficio del auxilio de otros. La demarcación de esa frontera a veces no es patente, y por ello es conveniente señalar algunas de las notas que caracterizan al voluntariado.
En la mentalidad utilitaria de todo trabajo existe que su finalidad puede polarizarse hacia el negocio o hacia el servicio. Para ser voluntario es necesario concebir la actividad que se presta desde la única perspectiva de servicio, aunque ese ejercicio se retribuya económicamente para sufragar las necesidades de vida del voluntario. Ello puede ser que se realice a través de una organización humanitaria o por iniciativa independiente y personal, pero tanto en una u otra debe prevalecer la idea única de servicio y la desvinculación de la finalidad de negocio. No se debe olvidar que la mentalidad práctica de algunos les conduce a crear negocios en la ayuda humanitaria, donde el voluntario se vacía progresivamente del sentido de servicio al llenarse del de interés económico.
Otra nota característica del genuino voluntariado es que no se hace para promoción de una ideología o estamento interpuesto de fin político. Ello no quita que cada voluntario pueda ser movido por convicciones internas que informen su modo de concebir la existencia, pero la nota de voluntario difiere de la del que se afilia a una organización en cuya estrategia de promoción se incluye la visualización de la acción social. En el voluntario no debe faltar el compromiso personal, pero ello no debe anular el genuino rasgo de libertad de que se sigue cada día en la acción por propia voluntad.
Esa independencia ética que caracteriza al voluntariado se muestra en especial cuando se ponen al servicio de los demás tareas científicas o intelectuales que buscan ofrecer sistemas y estructuras sociales alternativos a los que actualmente se perciben como restrictivos de derechos humanos o de dominación de unas castas o clases sobre otras. Implicarse voluntariamente en ese fin constituye la segunda ocupación de muchos intelectuales, tanto porque se compagine con otra labor profesional o porque llegada la edad de la jubilación se siga una plena actividad profesional con único fin solidario, cuando la pensión de retiro cubre las necesidades económicas. Es ahí donde se encuentra que el mayor activo del voluntario está en el tiempo que puede dedicar a empeñar su creatividad intelectual en beneficio de redimir precariedades sociales.
Muy posiblemente ese contacto con la necesidad que establece el voluntariado ayuda no sólo a intentar solucionar situaciones de emergencia, sino a redefinir las causas que conducen a cualquier marginación. Unas serán personales, pero otras sociales, y sobre éstas cabe el análisis que promueva medidas de prevención para superar su precariedad. Cooperar individualmente a la promoción de soluciones sociales por parte de los intelectuales, influyendo sobre la opinión pública o asistiendo facultativamente para el ejercicio de derechos, es una forma de voluntariado cuyo influjo es signo de la vitalidad solidaria de cada generación.