CONDICIONANTES DEL PENSAMIENTO
Toda persona que se aproxima a la filosofía se reclama interiormente la libertad e independencia del pensar para -por encima de cualquier condición- razonar en un entorno limpio que le permita discernir con verdad. Esa pretensión es posiblemente el mayor reto al que se somete el pensador, y más allá de los influjos externos, que mejor se solucionan, la mayor dificultad radica en ser capaz de admitir los condicionantes de la propia mente para, una vez identificados, someterlos al filtro de la veracidad.
Ignorar las determinaciones con que la propia mente induce al entendimiento es fruto de no detenerse, de manera previa al razonar, a considerar que todo el proceso intelectual creativo se sustenta sobre ideas elaboradas desde la experiencia sensible, sobre las cuales se articulan las intuiciones intelectuales que han de ser verificadas por la razón en sus contenidos de verdad. Sean ideas generadas por la abstracción de las percepciones personales sensibles, o sean ideas admitidas por la confianza en el saber de otras personas, estas y aquellas son la referencia última sobre las que ha de generarse la reflexión de las intuiciones creativas, del mismo modo que la mente se alimenta del ámbito de la percepción sensible. Cuanto mayor sea el conocimiento mental, más fácilmente se podrán verificar las condiciones de verdad del proceso del pensamiento reflexivo, pero ha de admitirse que todo él está limitado por la capacidad mental y condicionado desde ésta para juzgar desde ese saber restringido.
La sociedad humana para paliar la limitación personal ha ideado almacenar y transmitir los conocimientos enriquecidos por el ejercicio intelectual a través de la historia, como una memoria colectiva que sirva de auxilio a la mente para realimentarse con la experiencia universal. Ese progreso que representa la ciencia multiplica exponencialmente las posibilidades de la base mental sobre las que poder especular la inteligencia, pero no distorsiona que el proceso intelectivo que genera la conciencia de verdad haya de ser el mismo y se refiera a una realidad mental personal, por muy ampliada que haya podido llegar a ser por el estudio. El que la configuración de la mente sea una u otra como consecuencia de la experiencia del conocimiento sensible, directamente adquirido o prestado, va a determinar las posibilidades de discernir las razones de verdad, por más que la voluntad se empeñe en reivindicarse en un ámbito de libertad.
Admitir la limitación y condición que la mente genera en cualquier proceso intelectual creativo debe informar el pensamiento racional para reconocerse en una conciencia de verificación parcial de la verdad, ajustada a la capacidad material de la mente para procesar la posibilidad infinita de intuir. Pero no sólo la limita en su extensión, sino que la condiciones en su perfección, en cuanto que siempre la verificación racional estará informada desde las condiciones de verdad que puedan ser procesadas de acuerdo al saber de cada mente.
Este modo de ser del ser humano es el que corrobora que nadie pueda poseer la verdad absoluta, y haya de vivir cada persona en un espacio interior entre la verdad y la incertidumbre. Hay quien pueda considerar que si se pudiera alcanzar pleno conocimiento de la verdad no cabría la libertad, mientras que otros consideran que ese saber incontestable sería la garantía de la libertad más plena. Lo que sí parece demostrarse es que la ampliación de la base mental generada en los miles de años de historia no garantizan el refuerzo de la conciencia social de afirmarse en la verdad, persistiendo tanta o más diversidad como en sus orígenes, debida quizá a que cada persona o grupo enfoca las percepciones que van a elaborar las ideas mentales básicas desde concepciones predeterminadas de interés. De ahí que todo el proceso mental e intelectual consiguiente se encuentre sometido a una restricción debida a determinados condicionantes. Muy posiblemente abrir la mente a todas las culturas favorezca eliminar condiciones al juicio de la razón, pero ello sólo no garantiza la libre y certera racionalidad del pensamiento.