PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 63                                                                                        JULIO - AGOSTO  2012
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EL FRACASO ESCOLAR

 
La enseñanza es la ciencia de comunicar el saber. Relaciona los grupos de personas que saben con los que no saben, según el ámbito respectivo al que se refiere la labor de enseñanza. Generalmente un porcentaje muy alto de la actividad de la enseñanza se realiza en la dedicación de la tarea de transmitir la cultura de una generación a la siguiente, pero siempre existen personas que quieren aprender y otras dispuestas a enseñarles dentro de la misma generación.
La enseñanza a la generación más joven se realiza en las escuelas, colegios, institutos, liceos y facultades, que comprenden enseñanzas regladas desde la niñez a la juventud. Su importancia es fundamental en el desarrollo de una comunidad, porque va a determinar en gran parte la capacidad laboral y económica de su futuro, por lo que, en cuanto planificación e inversión, es uno de los sectores raíces de  la organización estatal. Como su eficacia depende de los grupos de personas que constituyen los miembros respectivos de la relación, en el éxito o fracaso escolar estarán implicados tanto los enseñantes como los enseñados. Así que, de la actitud de unos y otros, profesores y alumnos, va a depender la eficacia de la enseñanza.
Cuando existe fracaso escolar no se puede culpar ni sólo a los alumnos, porque se les señale como que no quieren esforzarse en aprender, ni sólo a los profesores, porque se les culpe de abulia profesional. También existen responsabilidades estructurales en el sistema social que menoscaban el esfuerzo profesional y pueden incidir en la merma de los resultados. Por ello es conveniente analizar las causas que reflejan los resultados negativos, y tratar de aplicar rectificaciones que los enderecen para que no se malogre la formación de cada nueva generación.
Algunas posibles conclusiones sectoriales indican que en cada centro confluyen mayor o menor desidia de los alumnos, más o menos implicación profesional de los profesores, pero una similar estructura educativa, que viene diseñada por los recursos que la sociedad emplea en educación, es la que va a condicionar directamente el fracaso escolar. Dentro de la horquilla de resultados que se puedan esperar, en función de la asignación de los recursos que establece la sociedad, la responsabilidad de los profesores no escapa en que se aproxime al nivel más positivo o más negativo. No vale eludir el que en mucho cada profesor es responsable del progreso de sus alumnos.
Un índice de la eficiencia del profesor lo marca el resultado que obtienen sus alumnos, y hasta cuánto sea su responsabilidad y no la del sistema o estructura vendrá determinado por la comparativa de los resultados efectivos de cada profesor respecto al conjunto. Cuando a un profesor le suspenden muchos alumnos, o al mismo profesor le fracasan sus alumnos en un área concreta, no debe adjudicarse la responsabilidad a los alumnos, sino autoinculparse el profesor y determinar qué hace mal para conseguir esos resultados, porque esa consecuencia depende de él.
Muchas veces la causa está en que, al ser la enseñanza la ciencia de comunicar el saber, se puede poseer una gran sabiduría, pero fallar en la comunicación, de modo que no se presenten suficientemente razonados los contenidos del saber para las mentes que los han de aprender. En esto no caben las excusas de los políticos ante el descontento ciudadano, que siempre aducen que hacen lo que se debe hacer, aunque no lo comunican bien a la ciudadanía. Aquí la labor del profesor, a quien se le supone la ciencia, lo que se le exige es la calidad de la comunicación para facilitar la comprensión. Cierto es que el más saber o dominio de una ciencia facilita mucho su exposición, pero el profesor debe superar al sabio para el éxito de la enseñanza en que motive el interés del alumno y despierte su complicidad para aprender.