PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 63                                                                                        JULIO - AGOSTO  2012
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CONCAUSAS EN LA DROGA

 
En los últimos años se ha acentuado la divergencia entre las sociedades más proclives al consumo de drogas y aquellas naciones donde se producen, porque unas y otras se acusan de ser la causa de la violencia que se añade colateralmente a los daños que genera directamente el consumo. Hay voces que culpan a la radicalidad penal contra la producción y el tráfico, que imponen los paises consumidores, como un problema irresoluble de violencia que se extiende tanto más cuanto más se le persigue. Se admite que la violencia colateral proviene del sobrecosto que genera el mercado negro de unas sustancias apreciadas cuyos consumidores están dispuestos a comprar a cualquier precio. Ello explica los grandes riesgos que asumen gentes ajenas al interés por la droga, pero cuya implicación en el tráfico les proporciona una perspectiva de supervivencia, que desgraciadamente sólo una vez inmersos en la trama llegan a apreciar de qué manera quedan expuestos a los riesgos de la marginación criminal.
La acción política para reducir los efectos dañinos de las drogas sobre las personas son distintas en cada país, pero aunque todos ellos denuncien su nocivo efecto para la salud, algunos son tolerantes con el consumo, y enérgicos en la represión del tráfico; otros, en cambio, son tolerantes con la producción y severos con el cosumo, porque procurando proteger a su ciudadanía de la adicción no se sienten identificados con reprimir la demanda de aquellos otros pueblos que se hacen permeables para el consumo. Mientras las penas para producción, tráfico y consumo no sean equivalentes, persistirá una debilidad legal para atajar el problema internacional de la droga, como se viene observando año tras año que todos los recursos judiciales, administrativos y policiales quedan en evidencia frente a la invasiva implantación de los cárteles de la droga.
Las acciones políticas deberían dirigirse a anular la causa, lo que exigiría identificarla en toda su extensión. Quienes se cruzan acusaciones señalando la causa en la producción o en el consumo quizá no perciben que todo ello constituye un sólo acto de relación en el que todas las partes interesadas sólo representan distintas perspectivas de la misma acción.
La filosofía de la escuela medieval ya identificó cómo existen distintos tipos de causas que pueden incidir sobre una misma acción; por ejemplo, la acusa eficiente, que la hace ser, y la causa final, que la promueve a ser. Las dos causas pueden incidir con igualdad de necesidad a que un acto o una relación se produzca. Si no existe un fin a que moverse, no alcanza sentido una generación; si no existe el poderse hacer, la mera suposición de fin no logra la realización. De modo que la causa sólo es realidad en lo que es. De igual modo que todo cuanto es tiene causa de ser.
El mundo real de la droga tiene como conscausas la producción y el consumo, porque si no existiera demanda no habría producción y tráfico, y si no existiera como producto no sería posible su consumo. La doble causas hace que la extinción del uso de la droga sea muy difícil de lograr sin que desaparecieran ambas causas, porque mientras una de ellas persista y la otra sea posible según esa posibilidad así se hará realidad. Lo que queda por estudiar, mientras no se pueden eliminar las causas que generan la realidad, es si los efectos de las causas se potencian o se reducen en contenidos de valor social en la pretendida lucha por la erradicación de la droga. Posiblemente mientras la causa final, o sea la demanda, no mengue, la droga, con todo su colateral de violencia, seguirá su auge, salvo que la sociedad descubra fórmulas para lograr un comercio menos traumático.