PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 63                                                                                        JULIO - AGOSTO  2012
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OBJETIVOS GLOBALES

 
Existen programas de gobiernos nacionales que atañen a la seguridad, salud, educación, bienestar, comercio, industria, etc. También existen instituciones internacionales para la alimentación, cultura, desarrollo, economía y otros sectores, pero lo que a veces falta en esas instituciones es la definición de las prioridades fundamentales de la política global de la humanidad, no en cuanto la requieran los Estados miembros, sino en lo que concierne a la justicia de la humanidad. Esa falta de auténtica representación de los ideales comunes de la población mundial se refleja en la escasa trascendencia que las instituciones internacionales aportan respecto a la credibilidad de una evolución política global que sobrepase en sus objetivos de justicia los deteriorados sistemas de poder establecidos.
El hecho de que la mayoría de la población mundial esté desencantada con las carencias de justicia distributiva, tanto en países como entre continentes, pone en evidencia que la perspectiva de la globalización no les satisfará hasta que presuponga un cambio en la doctrina política que, lejos del antiguo colonialismo, potencie valores que puedan sentar esperanzas de progreso social.
Después de medio siglo de funcionamiento de la ONU, este organismo es contemplado en el mundo como el anfiteatro de la demagogia y la discusión, pero de irrelevante valor en lo que debería haber sido el ámbito de concierto en el que las naciones se superasen a sí mismas en la crítica común para lograr un espacio modelo al que atraer las distintas ideologías universales.
La utopía de un orden universal no lo sería tal si los organismos internacionales hubieran perseguido el ambicioso proyecto, para el que fueron ideados, de conseguir la paz. Pero no una paz de la mutua contención de la fuerza con la fuerza, sino aquella sola auténtica posible edificada sobre la justicia en las relaciones sociales. La que colmara las legítimas ambiciones de la ciudadanía universal al entendimiento y progreso en común.
Como la cooperación que puede aportar la filosofía social no está en lamentar lo que podría haber sido y no es, sino en presentar vías de desarrollo desde los fundamentos de verdad de las relaciones humanas, es bueno señalar objetivos que pudieran estructurar los compromisos internacionales para lograr una globalización a la medida de las expectativas de la población mundial. Algunos de esos fundamentos son:
  • En cuanto el hombre no elige el vivir, nace en un lugar en donde genera lazos de afecto, pero no de determinación de su libertad, de modo que para cualquier persona debiera ser posible establecerse en paz en cualquier lugar del mundo, con tal de mantener el respeto a quienes estuvieran ya en el lugar. Debería haber un programa político que preveyera, en orden al reconocimiento de la globalidad, relajar paulatinamente las fronteras para lograr un mundo que no marginara a causa de la movilidad, y hacer más accesible el poder viajar y cambiar de residencia a todas las personas con independencia de su cualidad social.
  • En la medida que todo hombre crece formando parte de la población universal, debe ser instruido en la comunidad que habita en igualdad de oportunidades a conocer y asimilar la ciencia universal. Por ello debe haber programas de extensión del conocimiento e inversiones económicas que faciliten la llegada de los medios humanos y materiales a todos los lugares del mundo, considerando que de esa inversión se revertirá un progreso más ilustrado de los pueblos que favorecerá el verdadero desarrollo armónico global. La esperanza de paz y entendimiento entre los hombres es en gran parte consecuencia de la identidad cultural que facilita considerar el progreso como una tarea común. Baste pensar en el gran beneficio que se generaría al progreso cultural mundial con sólo la iniciativa de consensuar el aprendizaje y uso de una misma segunda lengua universal en la que todos pudieran entenderse para trabajar en común.
  • Promocionar la producción y consumo de los bienes de acuerdo a la norma y necesidad de cada comunidad, compartiendo la técnica y la cultura universal del sostenimiento de la economía. No es la persona la que debe acomodarse al consumo, sino el consumo el que se debe ajustar de un modo sostenido a la capacidad de la naturaleza, algo que se logra en cuanto se fomenta la relativa austeridad que favorece una distribución más equitativa de las riquezas y cuando el desarrollo de las evolución de las técnicas de la productividad se hacen extensivas a todas las naciones.
  • El derecho universal a la salud está sobre los intereses de cualquier sector económico. La difusión y aplicación global de todos los descubrimientos de la humanidad en el campo de la salud debe ser lo que marque el cómo debe ser protegido cualquier otro derecho que pudiera derivarse de esa investigación.
  • El respeto a la libertad de pensamiento y religión universales exige que las legislaciones de todas las naciones no coaccionen la ley social desde los criterios de la ley moral según los entiende cada una de las religiones. Defender el ámbito de la conciencia individual, que es el substrato de toda aplicación moral, exige reconocer para cada persona el derecho a elegir las proyecciones de sus creencias y sentimientos. La ley social que promulga cada comunidad debe ordenar los actos humanos a que prioricen el bien común y el respeto a los derechos mutuos.
  • Frente a la reivindicación del acceso de todos los pueblos a la riqueza universal -utopía social- cabe al menos el compromiso común para desautorizar las prácticas comerciales que dañan la riqueza justa que posee cada pueblo por su tierra y por el trabajo de sus gentes. La globalización propiciada por la dinámica de las comunicaciones no puede reproducir el sistema colonial. Es especialmente importante el control de la especulación, o sea: el beneficio de la riqueza que no se deduce del trabajo, porque es el que favorece la explotación de unos seres humanos por otros. Es trascendente que toda inversión productiva recapitalice la comunidad en que se realiza con una parte importante de los beneficios generados.
  • Eliminar los arsenales de armas de destrucción masiva es el único paso firme para evitar la proliferación presente y futura de ellas en las naciones que pudieran considerarse amenazadas por las armas de los demás.  Es cierto que la reducción de los armamentos no garantiza la paz, pero desde el efecto global se erradica la posibilidad de una desvastadora acción contra la naturaleza, pues aunque las guerras diezmasen la población, el peor escenario global posible sería que incapacitaran el desarrollo de las siguientes generaciones.
  • Mejorar la expectativa de una justicia universal debe comenzar por establecer identidad de seguridad jurídica entre las naciones poderosas y las menos influyentes en la esfera internacional. Sólo en un marco así, que elimine toda discriminación, puede progresar el consentimiento global a la jurisdicción de las leyes y tribunales internacionales.