PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 63                                                                                        JULIO - AGOSTO  2012
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CONTROLAR EL TERRITORIO

 
Desde hace siglos las migraciones humanas se han fijado en la posesión de los territorios más fértiles como garantía de progreso y futuro. Ello ha originado mucha violencia cuando unos pueblos arrebataban la posesión a los anteriores colonizadores. Aun dentro de cada comunidad permanentemente han existido conflictos por el dominio del suelo, e incluso familias se han quebrado por la transmisión en herencia de las propiedades. Estas luchas por la tierra ofrecen una perspectiva de cuánto mucho en un futuro, con el crecimiento demográfico, es muy posible que se multipliquen las presiones por el dominio del suelo, del agua o de los recursos del mar. No sólo se cierne un peligro sobre la naturaleza, sino que la misma humanidad se aboca al problema de combatirse el dominio, cada vez más rentable, sobre el hábitat.
Si en siglos pasados la propiedad sobre el suelo se vinculaba a la explotación rural y a la vivienda, cada vez son más las grandes compañías mercantiles quienes pretenden gestionar el dominio de ese y los demás recursos naturales para potenciar una posición de dominio en la sociedad. De este modo cuánto mayor es la necesidad de suelo urbano para la migración que aglomera las grandes urbes, y cuánta mayor son las grandes explotaciones que puedan controlar las producciones de determinados productos, más posibilidades hay de que la plusvalía sobre el recurso del suelo sea la que defina la hegemonía en el mercado. Al margen de esta política quedan las personas que se convierten en víctimas, como tantas otras especies, de la especulación sobre los recursos naturales.
De la lectura de la gestión del suelo que parece imponerse en las sociedades estructuradas se podría poner en duda incluso que el progreso sea bueno para quienes son extorsionados o presionados para ceder sus tierras de cultivo, o para quienes en los arrabales de las grandes ciudades no alcanzan ninguna perspectiva de poder adquirir una vivienda por el enorme costo que la repercusión del suelo arroja por la gestión especulativa que acompaña a su alta necesidad.
La correcta gestión del hábitat, que como espacio común corresponde regular a la comunidad y no a los mercados, debería contemplar sostener la biodiversidad no sólo de las especies vegetales y animales, sino también el que las personas humanas puedan perpetuar sus raíces en un determinado territorio sin que presiones especulativas les deportan como se hace con la fauna y la flora de determinados contornos.