ABUELOS
Algo que constituye un trauma para las personas cuando pasan los años y se aproximan a la jubilación es el sentido que pueda tener la muerte, como la negación del derecho a ser que parecía que formaba parte intrínseca del ser. Cuando se llega a mayor, el pensamiento sobre el fin de la vida se hace mucho más presente, como la realidad más próxima que marca el límite del itinerario vital. Se percibe el fin de la vida como una exigencia de la naturaleza, pero comprender el por qué, que es lo propio del ser racional, no siempre encuentra respuesta convincente. Frente a esa tesitura, la vida ofrece la comprensión moral de poder ser abuelo.
La paternidad es un de las realidades que induce la vida y establece una relación paterno-filial que, por su misma condición de necesidad, determina el sentido de la existencia durante un número considerable de años. Los padres han de atender a las necesidades de supervivencia física y psíquica de los hijos, y ello durante los años en que la necesidad vital no permite contemplar su transcurso como un desgaste existencial. Cuando se tienen hijos no se considera el necesario relevo generacional hasta que los hijos son mayores y ya pudiendo vivir por sí no requieren la asistencia paterna. Mientras permanecen vivas las responsabilidades paternales, el derecho a vivir se considera incluido en la estrategia de la naturaleza, siendo a partir del momento de la independencia de los hijos cuando se percibe cómo el transcurso de los años hace que ya se haya cumplido con el deber natural que supone la paulatina sustitución de cada generación por la siguiente.
La satisfacción de ser abuelos va a cubrir en parte el dilema existencial de la vida, porque transmite la justificación del ciclo de la vida con la consiguiente necesidad de que unos mueran para que otros nazcan. El modo de querer a los nietos implica la aceptación de dejar el espacio que se ocupa en el mundo para que la nueva criatura pueda existir. Lo que es ley de vida, ni se entiende ni se acepta muchas veces sin aprehender la causa que motiva la ley. Es la llegada de los nietos lo que ayuda a comprender cómo el derecho a vivir de los nuevos seres es el precio a pagar con su muerte por los mayores, en el mundo limitadamente extenso que confiere la materia.
El acto intelectual de entender los secretos de la existencia en el ser humano se generan en gran parte por las motivaciones que establece el orden natural. Cuantas más percepciones iluminen el conocimiento, mejor se tolerarán las leyes naturales que condicionan la vida en modo negativo, sobre todo si se perciben las correlativas que lo hacen en modo positivo. El acto de tener nietos no exige voluntariedad personal, pero el cariño que genera sí que puede constituir una percepción moral que ayude a la configuración de una idea que contribuya a la identificación de la legitimidad de la ley natural.