PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 65                                                                                        NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2012
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ÍDOLO Y SUGESTIÓN

 
Algo que el progreso no supera en los ciudadanos es su concienciación acerca del poder de aquellos ídolos a quienes se les otorga capacidad de intervención sobre las circunstancias que deciden que una realidad se resuelva de un modo favorable.
Toda idolatría exige que se adjudique al objeto reparador la causa del efecto por propio poder, no como medio, porque el medio siempre actúa según una condición instrumental y de acuerdo a su capacidad natural. La idolatría supone convertir un objeto en algo tan poderoso que supera las condiciones y cualidades de su propia naturaleza.
Esa motivación de la conciencia puede proceder porque una intuición intelectual la apoya, o que una idea mental la sostiene. En ambos casos la razón analiza y contrasta una propuesta que, o bien procede de las ideas elaborada desde los influjos externos, o informa una intuición del entendimiento. En uno y otro caso ha de haber un soporte que proponga a la voluntad prestar confianza a una cosa por su propio poder.
Si la información procede de una idea mental, debe proceder de un conocimiento cierto adquirido por experiencia sensible, o sea, que el poder de un efecto se atribuya a un objeto que lo causa porque se deduce de la acción del mismo. Pero ello ordinariamente no genera una idolatría, porque la relación causa-efecto tiene una justificación razonable. Sólo se comienza a ver en el objeto un ídolo cuando los efectos son tan desproporcionados a la capacidad del objeto que los causa, que conducen primeramente a informarlos como extraordinarios, y posteriormente a sobrenaturales.
Si la información procede de una intuición personal, esa creatividad intelectual debe ser considerada un supuesto, que no debería dirigir la razón y la voluntad sino a su verificación real. Adjudicar valores o poderes a algo a partir de una intuición es muy común a la introspección que equivocadamente plantea como fin justificar en vez de conocer, tomando como opción para resolver cualquier incógnita es idear un poder que lo haga.
La evolución del conocimiento que resulta de idolatrar un objeto surge cuando la autosugestión se encarga de caracterizar como verdad una sensación que es ajena a la activación de los sentidos corporales. La autosugestión crea sensación de ver lo que se quiere ver, oler lo que se quiere oler, e igual con los demás sentidos.
El problema de la idolatría es que tiene un recorrido que progresivamente va entregando la propia libertad al servicio de los ídolos, aunque se puedan imaginar que son aquellos quienes confieren la libertad por resolver los problemas que pudieran atenazar a la persona.
La sugestión no siempre  procede de una deficiente interiorización, sino que muchas veces procede de la acción premeditada de otros que buscan mediante la sugestión aproximar a otros a una idolatría sentida o interesada. En ella un factor fundamental es el resguardo sicológico que presta una sugestión colectiva, en la que la verificación de las intuiciones se fía al consentimiento de la masa.
 

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