PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 66                                                                                        ENERO - FEBRERO  2013
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REPRESENTACIÓN Y REALIDAD

 
Una de las grandes discusiones de la filosofía moderna es acerca de la correspondencia entre la realidad que percibimos y la realidad que pueda existir. Lo que percibimos nos sirve como signo  de la realidad, que en verdad sólo puede poseerse en la misma cosa que quien conoce es.
De sí mismo el ser humano posee conciencia de su existencia y de su realidad, de lo que es, aunque no agote ese conocimiento el todo de cómo es. Ni corporal y espiritualmente llega el hombre a conocerse en toda su integridad, sino en una parte suficiente para identificarse como ser.
De las demás cosas cada ser posee la representación interna que, desde el conjunto de percepciones que le trasmiten sus sentidos, la mente computa y presenta como forma unitaria de un ser. La duda que cabe es si los sentidos pueden engañar o equivocarse, y la representación no corresponda más que a una idea sin referente determinado en la realidad. Eso parece que es lo que producen los sueños y las alucinaciones, y por tanto de ahí se genera la lógica duda de si los objetos son una ilusión mental sin garantía real de la realidad que la soporte, o cuándo  y dónde se sitúa la línea que defina la verdadera y falsa identidad de la mente con la realidad.
Desde un punto de vista objetivo, se puede precisar que representación y realidad son cosas distintas, que poseen en común que una es imagen de la otra. Existe una relación causa-efecto por la que la imagen de representación de algo sólo es si existe el objeto que informa su representación. Ésta está constituida por las percepciones de las cualidades sensibles al órgano receptor del sujeto que va a formar la imagen. Lo que da como resultado que cada objeto será representativo en lo expresable de su ser que coincida con la capacidad perceptiva del receptor. Con esos datos la mente de los seres vivos pueden hacerse una representación del mundo exterior con el que se relacionan, de la que pueden concluir que hay otros objetos que se identifican según se conocen, aunque de ellos no se sepa de su realidad sino lo que se capta en su limitada percepción.
Que el ser humano conozca la representación de otras realidades no quiere decir que todo lo que pueda imaginar se corresponde con una realidad, aunque todo lo que imagina tiene un fundamento en percepciones de algo real que combinadas en la mente pueden construir imágenes que no tienen referencias en la realidad. Ejemplo clásico es el centauro. Esto origina cómo se pueda discernir las representaciones que poseen referente objetivo en la realidad y las que no.
El itinerario puede estar en que el ser humano no sólo computa las señales de información que les facilitan sus sentidos, sino que también posee información de la realidad ejecutiva de sus sentidos. O sea, conoce que capta y cómo lo capta, e incluso puede someter a verificación la eficiencia del canal de comunicación del sentido que le ofrece la información. Todo ello lo puede hacer porque posee una conciencia elaborada de la relación entre sus representaciones y la realidad. Así, cuando despierta de un sueño sabe que las imágenes tenidas se corresponden a representaciones construidas desde su memoria y no de percepciones directas de la realidad.
La definición de la realidad la humanidad la va definiendo progresivamente penetrando paulatinamente en la observación de las partes que componen los objetos, de los cuales su realidad no queda manifiesta en las representaciones que obtiene directamente por los sentidos. Así cuando el hombre toma alimentos para su sustento, se representa y distingue qué come, pero no percibe los procesos por los que ese alimento en realidad le nutre. El conocimiento científico ayuda a definir los objetos y es producto del estudio y experimentación sistemática de infinidad de representaciones desde las características perceptivas de elementos de la realidad sucesivamente más simples.
La aportación de la ciencia a la verdad no deja de corresponder a percepciones y representaciones, aunque, en cuanto se multiplican sobre cada elemento de la realidad los datos para configurar su representación, se asemeja más a la esencia real de lo que es.
 

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