PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 67                                                                                        MARZO - ABRIL  2013
página 8

RELIGIOSIDAD

 
Es muy probable que en todas las partes del mundo se valore la religiosidad de una persona según el conjunto de actos y manifestaciones concordantes con la piedad o la cultura de una determinada religión. Esta forma de entender la religiosidad se transmite de generación en generación como una caracterización social, ignorando la verdadera realidad de la religión.
Existen tres clases de lo que se podría caracterizar como religiosidad:
  • La religión.
  • La sociología religiosa.
  • La cultura religiosa.
Por religión debe entenderse una real relación entre el hombre y Dios.
Por sociología religiosa, la celebración pública de actos religiosos, sus marcas tradicionales y su repercusión en la vida social. Todo ello explicita la devoción popular, una simbiosis de contenidos de auténtica oración hacia Dios con expresiones de relación social, o sea, entre personas.
La cultura religiosa abarca el conjunto de experiencias intelectuales, mentales y sensibles de contenido religioso documentadas a lo largo de la historia. Entre ellas destaca el estudio que desarrollan las disciplinas analíticas que toman como objeto lo cognoscible de Dios.
Considerando la parte de iniciativa en la religión que le corresponde a Dios, la relación es esencialmente espiritual, como corresponde a la esencia divina, aunque en la medida que se dirijan a la persona humana, que posee entidad espiritual y material, los actos espirituales trascienden a la representación mental, donde se identifica el sentimiento con la sensibilidad que justifica el universo de la percepción humana. De modo inverso a como el ser humano intelectualiza su percepción sensible, conceptúa la intuición espiritual. De ahí que el hombre pueda ser religioso, participe en una sociología religiosa y cultive una cultura sobre la religión.
Que las distintas clases de religiosidad no se excluyan no exige que se requieran mutuamente, de modo que puede haber personas muy religiosas sin apenas trascendencia social, personas piadosas con escasa conciencia religiosa, eruditos de la disciplina teológica con escasa relación personal con Dios, y cualquier posible combinación en más o en menos de cada una de las manifestaciones de la religiosidad.
La realidad religiosa se concibe en torno a la fe, que supone la virtud de saber corresponder en conciencia al requerimiento divino. No se debe obviar que en la religión la iniciativa corresponde a Dios, cuya entidad espiritual sólo cabe ser intuida, no percibida sensiblemente, y correspondida desde la semejante forma espiritual del ser humano, que radica en el universo intelectivo de la conciencia. Ese carácter fundamentalmente espiritual de la religión no impide que posea trascendencia social, por la proyección material del contenido de esas intuiciones sobre los propios actos y las comunicación interpersonal. La sociabilidad y la cultura religiosa no se asientan en sí mismas en el espíritu humano, sino en la materialización de la idea religiosa, que una vez objetivada permite tratar sobre ese concepto, comprenderlo, compartirlo, difundirlo, hasta poder hacer de él un elemento de relación entre personas, cuya trascendencia social puede motivar el interés religioso, pero no implica necesariamente una auténtica realidad espiritual.
 

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