PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 69                                                                                        JULIO - AGOSTO  2013
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RELIGIÓN Y RELACIÓN
A Dios nadie le ha visto jamás. Esta inaccesibilidad de Dios a las percepciones de los sentidos hace que todo cuanto de Él se pueda saber haya de proceder por vía de intuición, lo que hace que no pueda existir una demostración científica de su naturaleza. Siendo Dios espíritu, la posibilidad de conocimiento depende de cuánto Dios se muestra al alma, que siendo también espíritu puede informarse en su entendimiento, mediante una intuición comunicativa, de lo que Él le revele de su esencia y existencia.
Como el conocimiento intuitivo en el alma humana sólo puede expresarse de acuerdo a la abstracción mental formalizada a partir de las percepciones habidas en la vida, el concepto propio de Dios que cada persona puede tener depende no sólo de las posibles intuiciones de su espíritu, sino también de la capacidad mental habilitada por su ordenado saber sensible e intelectual, desarrollado o aprendido. Todo ello hace que el concepto que de Dios se puede poseer esté limitado por la intensidad de la intuición espiritual, que nunca puede abarcar una infinitud, como a la naturaleza de Dios se atribuye, sino que además de lo que se pudiera llegar a intuir posiblemente sólo parte podría llegar a expresarse mediante conceptos formales del lenguaje con el que se piensa.
Este saber sin saber de lo que se intuye y no se puede expresar representa en gran manera el mensaje universal de los místicos de todas las religiones, que advierten que cuánto más se intuye por la meditación de la esencia de Dios, más se sabe lo que resta por saber.
Ese conocimiento limitado y parcial que puede alcanzar el ser humano es el que, como tales, pueden tener los profetas que asumen la autoridad de la predicación de Dios. La responsabilidad del deber de comunicar la experiencia intuitiva de la revelación de Dios no debería obviar que todo mensaje está condicionado por la interpretación personal que el descifrado de la intuición al lenguaje presupone; por lo que debe entenderse que todas las religiones presentan una doctrina que puede ser más o menos acertada, pero que de seguro sólo contienen una exposición muy limitada de la realidad de Dios. Desde esa perspectiva puede comprenderse mejor la diversidad de religiones y confesiones que hablan de Dios y de la relación del hombre con Dios con contenidos a veces comunes y universales, otras distintos y a veces contradictorios. Se debe tomar en consideración que todo cuanto se predica se somete a la mediación de la mente del predicador y tanto como lo que cada cual en la meditación intuye cuesta definirlo para su transmisión.
Unas de las diferencias de doctrina entre las religiones es el fundamento de las naturaleza de la real relación entre Dios y el hombre, porque de lo acertado que pueda llegar a definirse la configuración de esas relaciones se sigue un aplicación muy diversa para la vivencia de la religión. La piedad, la moral, la liturgia, la ascética, la pastoral, etc. de la religión están plenamente influidas por la concepción de la relación hombre-Dios que se intuye y se predica. Así unas religiones se fundamentan en una configuración de relación Creador-criatura, otras Paternidad-filiación, otras Soberano-súbdito, y cuantas otras muchas se puedan detectar en las diferentes doctrinas religiosas, en las que muy posiblemente todas tengan una justificación de autenticidad según se prioricen unos y otros atributos que se intuyen de Dios.
La identificación de los fieles con la doctrina de su religión depende mucho de que la experiencia religiosa personal refleje la adecuada sintonía entre lo que la propia intuición detecta de cómo Dios se le muestra y el contenido de lo que le han enseñado. Por eso una gran parte de la entidad de la fe descansa en la relación afectiva con que cada persona trata y se siente tratado por Dios.
 

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