PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 7                                                                                                       MARZO-ABRIL 2003
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DE LA MEDITACIÓN TRASCENDENTAL







De una reciente visita que hice a España se me quedó grabada una imagen televisiva que trasmitía el mensaje: Casi todas las cosas importantes no se ven. En esa secuencia se esconde la magia para descubrir el encanto de la meditación trascendental.

Sobre las formas de conocer, la más perfecta es la intuitiva, en la que el espíritu capta de inmediato una verdad. La realidad aprehendida no se obtiene por una deducción lógica de la mente, sino por la significación mental de una realidad trascendente.
La meditación trascendental es una aproximación al conocimiento intuitivo de las realidades más primarias y fundamentales de la existencia. En los estados de consciencia la persona humana no es capaz de asumir un conocimiento intuitivo perfecto sino una aproximación al mismo desde el conocimiento mental sensible. La intuición se produce en la abstracción de la mente, ya que la norma de la naturaleza mental humana es para el hombre en el presente estado insuperable. La trascendencia de las realidades materiales son comprendidas no en su limitación material, sino en las causas que las hacen ser de una determinada manera.
Adentrarse en la meditación es accesible a todo hombre, si bien para los orientales que hemos crecido próximos a una cultura espiritual nos puede resultar más sencillo. El proceso primariamente se basa en disponer al espíritu para la contemplación de la realidad abstrayendo de cada cosa lo que está más allá de la delimitación de sus apariencias sensibles. Algo semejante al mundo de la implicación de las formas puras tan sugerentes para las sensibilidades artísticas. No responde la meditación a un proceso de sublimar la materia, sino de captar el influjo de las relaciones que para el hombre comporta el universo en su más genuina esencia.
Correspondiendo la meditación a la trascendencia de la realidad sobre lo sensible no puede mostrarse o explicarse, siendo el único camino para su comprensión la propia experiencia. Aunque técnicas como el yoga permiten facilitar la concentración espiritual de las personas, no es precisa una técnica especial más allá de la posible a todas las personas que sean capaces de sobreponerse al lenguaje de la materia. Ni tan siquiera se precisa tener clara la noción de espíritu, sino más bien la disposición abierta a su descubrimiento. La máxima dificultad para la meditación proviene del hábito del influjo de lo material sobre la mente. En la proporción que lo primario material se impone, se hace más costosa la disposición para la meditación; pero de igual modo, la imaginación desbordada dificulta la perfección de lo genuinamente trascendente, ya que la meditación no consiste en la recreación de un mundo ideal, sino en la captación de los influjos trascendentes de la realidad espiritual tal como es.
El proceso de interiorización se favorece con el silencio y la ausencia de perturbaciones sensibles, pero la capacidad de la mente es tal, que aplicada a la propia conciencia le permite concentrarse incluso en situaciones adversas con tal que el hábito de la voluntad se encuentre bien dispuesto.
Aunque para muchos la meditación suponga un fin en sí misma, como la relajación o el yoga, para la mayoría supone una fuente de conocimiento interior, el desarrollo del espíritu y del papel que el mismo supone como guía de los actos humanos, la perfección de la conciencia y la implicación de las relaciones de la naturaleza con el hombre. Trascendente es sobre todo la experiencia del espíritu y desde él el análisis distintivo de todas las tendencias de la personalidad.