VIAJES SEGUROS
Una de las pasiones de los ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI es viajar y conocer mundo. También una de sus reivindicaciones como consumidores es conocer plenamente las características de lo que adquieren. Conjugar viajar, seguridad y derechos puede parecer relativo, sobre todo cuando se visitan países muy distintos a los propios, donde las costumbres y el comercio pueden seguir tradiciones y culturas muy diferenciadas. En cualquier caso, quien viaja asume las incomodidades que puedan surgir como parte de la aventura, pero lo que generalmente no se admite es la carencia de seguridad en los medios de desplazamiento que pudieran poner en riesgo su salud e integridad.
Que los medios de transporte reúnen condiciones de seguridad muy variables puede admitirse como circunstancia inherente al distinto grado de desarrollo entre los países. También existe el riesgo de que la competitividad en las ofertas tentase a las agencias a bajar precios a costa de incluir medios menos contrastados en la seguridad, aprovechando la opacidad de los descripciones genéricas. Es un derecho del consumidor que debería ser atendido por las compañías y agencias de viajes potenciar una información objetiva en los pasajes del riesgo que conlleva el viaje, avaladas por certificaciones de entidades de responsabilidad.
Sea por tierra, mar o aire es evidente que existe un riesgo evaluable inherente al medio de transporte concreto que presta el servicio, y esa información es la que se debería reflejar en los pasajes vendidos, como garantía de responsabilidad. Siendo tan distintos los países y los medios de transporte, especialmente en los desplazamientos cortos, debería se más trasparente el grado de peligrosidad que entrañan, en función de valores objetivos, para que sea el viajero quien bajo su responsabilidad estime la conveniencia de viajar con una compañía o un medio u otro alternativo.
Es evidente que la antigüedad de los equipos de los aviones hacen a unos más vulnerables que a otros, que los ferrocarriles de alta velocidad deben disponer de sistemas garantizados de conducción automática, que los equipamientos de seguridad de los buses pueden variar mucho, que las condiciones de flotabilidad de los barcos varían según su aforo, que existen aeropuertos con distinta dotación para las maniobras de despegue y aterrizaje, que la señalización de tráfico de carreteras y autopistas puede ser más o menos eficiente, que el doble pilotaje es más seguro que depender de la pericia de una única persona en la tripulación, etc. etc. Eso es lo que se debería reflejar con criterios universales en los pasajes de quien viaja, avalada la información por empresas de certificación garantizada.
Siendo constatable que el grado de seguridad en cada región está vinculado a la conciencia profesional autoexigida, se trataría de poder informar a los viajeros del riesgo de seguridad de los países donde esa información sea más opaca, para garantizar el derecho del consumidor a saber la cualidad del producto que contrata, en especial en lo que concierne a la propia seguridad y la de la familia. No deja de ser relevante que se garantice un alojamiento de x estrellas y una restauración de x tenedores, y no se refleje ninguna referencia a la seguridad de los medios de transporte en el itinerario previsto.
Lograr que organismos internacionales de solvencia refrenden mediante una información clara y sencilla el riesgo teórico de cada viaje en un baremo de 1 a 10 haría elevar el nivel de compromiso de los gobierno y las operadoras de transporte de pasajeros con la seguridad de los viajeros.