CONSENSO DE IGUALDAD
Una característica de la Época Contemporánea es la progresiva igualdad social entre varones y mujeres. Aunque haya de hacerse reserva de inmensas multitudes de población en las que apenas se aprecia progreso, en los países de un más alto desarrollo económico la igualdad se extiende paralelamente a ese crecimiento, destacando como baluarte su incorporación generalizada al sector laboral. La educación igualitaria extendida en la sociedad genera que varones y mujeres puedan afrontar en igualdad de condiciones desempeñar cualquier profesión.
Esa igualdad no deja de presentar una resistencia entre variados segmentos de la sociedad, que fijan su percepción en los efectos que puedan ser causados para la estabilidad de la familia. Acostumbrada la sociedad a que el peso de la organización familiar y atención a los hijos haya sido soportados por las mujeres, el que los varones tengan que incorporarse a esa tarea de casa supone un cambio de mentalidad tan grande que sólo las nuevas generaciones parecen comprender. La cuestión para muchos es si la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar es necesaria; respuesta que en la nueva sociedad no cabe otra sino si el trabajo del hombre es igualmente necesario.
La nueva proposición social parte del igual derecho del varón y la mujer a tener una vida social plena, incluyendo ahí la realización profesional, el ocio, la independencia económica y cualquier otro aspecto del anhelo personal. Sentado ese criterio, se considera que la vida común libremente aceptada debe mantener esa igualdad de derecho.
Igualdad no es necesariamente uniformidad. Ese enfoque en las relaciones de pareja puede suponer una permanente vulneración de la igualdad o la visualización de dirigir la vida en común desde la configuración de responsabilidades mutuas adaptadas al modo de ser de cada uno, lo que exige el consenso para que en la aportación de cada uno a la vida en común se reconozca la doble realización personal.
Hay en la sociedad quienes hacen de la defensa de la igualdad una cruzada de reivindicación, porque consideran que la equivalencia de las personas debe reflejarse en la repartición de cada una de las tareas con el fin de estructurar una sociedad sin clases derivadas de la diferencia de género.
La realidad es que lo trascendente es impulsar la igualdad del derecho a decidir en la vida en común. Pero ese derecho se ejercita tanto repartiendo tareas como repartiendo la ejecución de cada tarea. Para el reconocimiento del derecho lo fundamental es que el acuerdo o consenso de orden se realice en plena libertad. El recurso a partir las ocupaciones puede que sea el más fácil de aplicar, pero el mejor será aquel acuerdo en el que se reconozca una mayor eficacia. La igualdad, la mayor parte de las veces, se logra en la satisfacción del acuerdo de colaboración y su cumplimiento, y no en calibrar de continuo la parte de cada tarea que a cada uno le corresponde asumir.