PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 71                                                                                       NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2013
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INTERIORIZACIÓN DEL DOLOR
 
El dolor en el cuerpo y en el alma acompañan al ser humano en el transcurso de su vida. Es quizá el mal que le es más evidente, porque no sólo perturba su bienestar, sino que le convierte en víctima de su propia existencia. Podría pensarse que el dolor no tiene razón u objeto distinto de una crisis material, pero los médicos enseñan que el dolor supone la alarma mental precisa para evidenciar una anomalía corporal y permitir su subsanación.
Muy posiblemente los dolores del alma, que se evidencian en la inquietud de la conciencia, también poseen un fin específico para la dimensión intelectual del ser humano, permitiéndole detectar los errores de su conocimiento, razón y voluntad en los actos responsables no llevados a buen fin. Este dolor de la conciencia es el más firme de la vida anímica del ser humano, aunque también sobre el alma recaiga el reflejo del dolor ajeno, que cuando no existe conexión respecto a los actos propios no se sitúa a nivel de conciencia sino como perturbación de los afectos del sentimiento.
Proyectando sobre el alma la función del dolor en el cuerpo, se podría deducir que la conciencia funciona con finalidad de advertencia al intelecto de la existencia de un fallo de responsabilidad, que debería ser subsanado para aliviar la culpa, o el menos alertar a los controles internos de la voluntad para no obrar así por el cargo que generan sobre la conciencia.
La interiorización del dolor, lo que puede identificar la sensibilidad de la conciencia, no es ni de la misma intensidad en todas las personas, ni igual en una misma durante toda su vida y en todos los ámbitos de su actividad. Se interioriza tanto dolor de conciencia como consideración del bien perturbado; bien que cada persona categoriza en función de su sensibilidad y sentimientos.
Del mismo modo que sobre el cuerpo humano sólo se puede poner remedio al dolor por el análisis de la causa que lo produce, la conciencia no puede ser reparada sino detectando mediante la interiorización intelectual las causas ciertas del padecer del alma. Reactivar la sensibilidad facilita la evaluación del bien debido y del bien obrado, así como las causas de su defección y los medios de rectificación, cuando las haya, o de asunción de la culpa, cuando no se encuentren, como efecto de la limitación humana, más o menos consentida.
Como en el cuerpo existen medios para neutralizar el dolor, pero que no sanan la causa, también cabe la tentación de acallar el dolor de la conciencia mediante drogas que distraigan o impidan la sensibilidad de la mente, y con ello todo el proceso intelectivo que sostiene el juicio sobre sí.
Quizá el mejor antídoto para el dolor de conciencia radique en evaluarse con cierto aprecio de sí mismo y reconocer errores y aciertos en los que el bien probable y posible justifiquen la tolerancia con el propio margen de error.
 

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