DEL ROMANTICISMO AL PRAGMATISMO
Las contrastes de la actitud de los pueblos ante la vida no deja de sorprender cuando la naturaleza humana es la misma en todo tiempo y lugar. Parecería lo propio de la especie sostener una dinámica de respuesta uniforme, pero se puede constatar que ésta varía bastante entre territorios y de unos siglos a otros. La justificación de formas muy diversas de entender la vida puede comprenderse cuando se comparan pueblos lejanos por sus diferencias históricas de cultura, clima, tradiciones, formas políticas, grado de instrucción, etc. Lo que parece menos lógico es que con una misma cultura cambien en pocas generaciones algunos planteamientos importantes de los principios rectores sobre como concebir la vida.
Entre el romanticismo y el modernismo se encuentra uno de esos cambios u oposición en muchos aspectos determinantes de la vida, como pueden ser incluso la actitud vital, que en el romanticismo lleva incluso a dar la vida por...; en cambio el pragmatismo considera como fundamental el conservar y emplear la vida para...
El romanticismo prima el protagonismo del espíritu como el fin propio de la persona frente a las determinaciones materiales que restrinjan su libertad. La realización individual la considera ligada al progreso de los sentimientos y la sensibilidad, y en el idealismo que dirige toda la acción personal.
El pragmatismo, sólo unas décadas después, manifiesta como el espíritu no mueve al ser humano, sino que se doblega a admitir las determinaciones de las circunstancias materiales que le ofrecen un beneficio. La creatividad no se reconoce en el valor de la idea, por al que el hombre se siente realizado, sino que de esa idea se siga un bien que le satisfaga. El romanticismo exalta el sujeto y el pragmatismo el objeto.
Se puede argumentar que espíritus románticos y espíritus pragmáticos han convivido durante toda la historia, porque, aunque puedan definir tendencias dominantes en la manera de ser de una época o lugar, lo cierto es que en todo tiempo se encuentran actitudes variadas, que se manifiestan más o menos según sea la cultura dominante, allá donde la haya, ya que es posible oponerse a una especificación determinada que sea la corriente social más relevante desde el punto de vista sincrónico, que nunca llega a constituirse como determinante para la totalidad del pueblo.