DEJARSE QUERER
La fidelidad del matrimonio guarda un todo de misterio, ya que parece difícil entender que nada cambie en los sentimientos y en la conciencia de cada una de las dos personas en el transcurrir del tiempo. Descifrar las causas que producen como efecto ese misterio constituye uno de los objetivos de muchos ensayos, porque ofrecer esa estabilidad familiar es ayudar no sólo a la pareja, sino a toda una familia. Lo más habitual es escudriñar sobre la parte positiva del amor, como el sentimiento que atrae a la voluntad a mantener una amistad de excelencia que pondere sobre las dificultades de comunicación y convivencia los beneficiosos fines de la relación.
Como en cualquier otra relación natural, en el amor las personas se relacionan mediante actos de comunicación que mantiene la relación viva, en esos actos se pueden distinguir entre los que son activos y los pasivos. Los activos son las que corresponden a las iniciativas de cada sujeto respecto a la otra persona, y los pasivas los constituyen las respuestas de cada persona a cada una de las iniciativas del otro. A su vez en cada uno de esos actos, sean activos o pasivos, se puede distinguir una causa y un efecto. Normalmente se suele adjudicar el valor principal de la comunicación a la parte activa, o sea, a los actos que se siguen de la iniciativa de cada una de las personas, porque parece que son los que identifican la forma de ser de cada sujeto, que muestran a lo largo del trato si esa forma de ser se compatible o, al menos, tolerada por el otro, de modo que hagan posible una vida en común sin detestarse.
El estudio de la respuesta a cada comunicación comprende el efecto de la parte activa sobre el sujeto pasivo de la comunicación y la respuesta de este como causa inferida. Se determina como positivo para la relación que el efecto haya sido tolerable y que la respuesta inducida no contradiga al contenido de la iniciativa recibida, de modo que no se genere conflicto. Cuando los actos se repiten, en una y otra dirección, dentro de esta forma, la convivencia no presentar motivos de discordia. Pero según sea la calidad de la respuesta, independientemente del efecto causado, es como se consolida la amistad y el amor, porque es lo que expresa la comprensión hacia la otra parte.
Existe un grado poco considerado, que es el que convierte las comunicaciones en excelentes, y es la respuesta de dejarse querer. Si el amor se considera una relación de amistad que se distingue por un querer recíproco, todo lo que ayude a que existan comunicaciones de contenido sensible lo favorece. Para potenciarlas lo que se necesita es que tanto el efecto al acto de iniciativa como la respuesta sean muy positivas. Como el efecto causado corresponde mayormente a una percepción sensible o mental, sólo se puede potenciar mediante el hábito que exalte ese tipo de reacciones. Que la respuesta colme las expectativas de quien ha realizado la iniciativa supone de hecho cooperar a la realización personal de quien procede ese acto. Cuando la iniciativa presenta como única causa la voluntad de satisfacer a la otra parte, es lo que se reconoce como un acto afectivo, y la respuesta debería ser siempre positiva por la intención que la causa, aunque la respuesta espontánea no surja con efusión, ya que el ánimo puede no estar bien dispuesto a recibir cariños. Dejarse querer, aunque en algunos momentos también puede costar, consolida en la otra persona el hábito de reconocerse con buen querer, lo que facilita la estabilidad de la pareja.