MODERNIDAD
La simple alteración biológica no se puede considerar como la causa principal de cambio para la persona humana, ya que el concepto sobre su ser, que es lo que mide el cambio, pende más de la conciencia que se tiene de sí que de transformaciones accidentales del cuerpo. Percibirse distinto procede sobre todo de reconocerse con una personalidad transformada, influenciada muchas veces por la acumulación de conocimiento que origina una amplitud de perspectiva existencial que no se poseía con anterioridad. La evolución personal supone un ser más porque crece en cantidad y calidad los juicios mediante los cuales se interpreta mejor el mundo y las relaciones con el resto de seres animados.
Si trasladamos a la sociedad, como conjunto de personas humanas, el concepto sobre el progreso del ser humano, resultaría que la sociedad se enriquece, que no aumenta, en proporción a la mejor conciencia que puedan tener sobre sí las personas que la componen. Por eso la evolución social progresa paralelamente al propio conocimiento que el hombre tiene sobre sí.
La modernidad es una forma de definir esa evolución social desde la apreciación de alcanzar unos criterios de razón más amplios desde otros anteriores más restrictivos, justificados en un progreso colectivo del conocimiento. Ello supone de hecho considerar que en las relaciones humanas hay más objetividad en el juicio porque se valoran más condiciones de verdad que se deben cumplir. Lo moderno, con esas consideraciones, es lo que evoluciona por la conciencia cierta de saber más sobre lo mejor.
En la sociedad se difunden las nuevas maneras de ser mediante fórmulas sintéticas que se presentan como modelos de comportamiento y relación, que se constituyen como auténticos rituales a seguir para quienes quieran considerarse integrados en la modernidad, sin bien advertir la crítica necesaria sobre la implantación de los mismos respecto a las condiciones de verdad que se cumple para cada aplicación de esas novedades.
Modernizarse no debe admitirse como la mera sustitución de unos ritos por otros como panacea obligada por la necesidad de cambio, porque nada cambia realmente si las nuevas manifestaciones de las manera de ser no aportan plena justificación de que generan progreso según criterios de verdad. Variar modas, usos, aficiones, gustos... como simple aportación de novedad, puede valer como manifestación de la vitalidad de la sociedad -como operan los cambios naturales que se siguen del paso del tiempo sobre el cuerpo humana-, pero el verdadero progreso que marque la justificación de su modernidad sólo se consigue por las maneras de ser que se imponen en consecuencia de la crítica objetiva sobre los contenidos de verdad que el juicio discrimina entre los ritos anteriormente y los nuevos.