RIESGO MATRIMONIAL
El matrimonio ha sido una institución universal en todas las culturas, ya que asume la responsabilidad de la procreación de la especie. No obstante, a cualquiera, sin necesidad de ser un cualificado estudioso de la historia, le salta a la vista que el matrimonio es socialmente estructurado de forma muy diversa en cada época y en cada cultura. Lo que se sostiene de común suele ser un fundamento de estabilidad familiar para la educación y mantenimiento de la prole, pero queda muy difusa la autenticidad de la relación matrimonial en lo que incumbe a la vida de relación de los cónyuges, porque esto no pertenece a la ley social, sino a la ética y moral de las personas.
Como el matrimonio afecta drásticamente a la estabilidad emocional de las personas, es importante que se considere respecto a ellas la causa de su realidad y los medios precisos para lograr su efecto positivo sobre los contrayentes. Porque puede haber otras uniones que no se identifican con el matrimonio, aunque se estructuren como tal, y también matrimonios reales en cuanto a su contenido existencial que no sean reconocidos como tales por la sociedad. Clarificar todo ello sirve para que nadie se sienta desengañado porque el devenir de los acontecimientos le enseñe lo que debería haber sabido con anterioridad.
El matrimonio real, el que se contrae y en el que se persevera por amor, tiene una característica esencial: que el fin de cada uno de los miembros de la pareja es hacer feliz al otro, y el fin colectivo de ambos es hacer feliz a los hijos que puedan venir. Esto diferencia al matrimonio ideal de la unión en pareja, donde el fin de cada parte es compartir para satisfacción mutua, no recíproca, o sea que se está en relación porque satisface respectivamente a cada parte. Esa finalidad objetiva o subjetiva es la que distingue unas relaciones de pareja de otras, aunque lo difícil sea discernir cuánto de finalidad objetiva o subjetiva existe, no ya en cada relación, sino en los actos cotidianos de la vida en común.
Sólo la persona conoce la voluntad e intención más profunda de sus actos, por lo que cada cual puede evaluar si en su vida de pareja importa más su propio bienestar o la felicidad de la otra parte; pues aunque se quisiera lo uno, es posible que lo que realmente motive las acciones sea lo contrario. Ese es uno de los riesgos de la estabilidad matrimonial, que sin ser pretendido puede hacer que el ideal del matrimonio no quede más que en eso: en ideal. Otro de los riesgos es que una parte sí cumpla con su propósito de hacer feliz a la otra parte, mientras que ésta se plantee la relación de modo más egoísta, porque no sea capaz de concebirlo de otra manera, o porque aun queriéndolo no logre realizarlo. Ese desequilibrio en la pareja generalmente desemboca en que la parte más genuina termina por agotarse en el esfuerzo de sostener la identidad matrimonial sólo con su esfuerzo personal.
Otro riesgo en el matrimonio que no corresponde a las intenciones profundas de las personas es el de la mutua adaptabilidad, pues aunque haya existido una vivencia previa puede ser que no se haya penetrado suficientemente en la percepción de la forma de ser del otro, surgiendo incompatibilidades de carácter que hagan imposible a una parte querer a la otra tal como es, y no tal como había percibido o imaginado que era. Esto también se puede deber a que las personas cambian con el tiempo, de tal manera que ni conviviendo juntos se puedan moderar esas variaciones dentro de la lógica de la evolución. Especialmente es grave cuando lo que se pierde no es la forma del afecto, que suele variar con la edad, sino la raíz misma del sentimiento que anteriormente movía a buscar lo que facilitara un bien para el otro miembro de la pareja.
Con todos estos riesgos parece justificarse el deterioro de muchos matrimonios, pero también es cierto que el fin de muchas personas al unirse, institucionalizándolo o no, es lograr esa estabilidad en aras del propio bien y el de los hijos, para lo cual conocer los fundamentos y los riesgos no es sino una ayuda para obrar con mayor responsabilidad.